miércoles, 19 de diciembre de 2012

Béjar - Puerto de Béjar - 16-12-2012

 Llegada a Béjar.
 
 

El día 16 de diciembre de 2012, como es tradicional en este club de montaña Valcorchero se ha realizado la marcha del Turrón. Este año en un principio estaba estipulado el comérselos en el pueblecito de Puerto de Béjar, pero las inclemencias del tiempo obligaron a cambiar de planes, y finalmente los degustamos bajo los soportales de la Plaza del Ayuntamiento del pueblo de Aldeanueva del Camino, aunque la marcha si la realizamos por donde estaba estipulada.

Saliendo desde la plaza de toros de Béjar, nos dirigimos a Llano Alto, para desde allí llegar a Peña de la Cruz. Punto desde donde ascendimos hasta Peña Negra máxima altura del recorrido, desde donde descenderíamos hasta el pueblo de Puerto de Béjar, lugar en el que concluiría nuestro paseo. Los parajes por donde discurre esta ruta son muy bonitos, ya que se van mezclando los frondosos montes con las ásperas pedreras peladas de Peña Negra y Peña de la Cruz. Pero el día no nos acompaño para poder observarlos con detenimiento, dado que hizo un tiempo malísimo como consecuencia de la lluvia y el fuerte viento que soplo a lo largo del recorrido. Pero con todo esto aun así, disfrutamos del recorrido y posterior degustación de los típicos turrones y dulces navideños, todos ellos regados con el cava de nuestra Extremadura.

Pero antes de pasar a exponer las fotografías tomadas a lo largo del recorrido, que en esta ocasión hay algunas que fueron realizadas por el compañero Alfonso, al cual se las he “birlado” “je-je-je”, como es costumbre por mi parte les contare algo de cuento o leyenda de estas tierras. En esta ocasión la siguiente narración lleva por título Gente Menuda, y hace un recorrido por Castilla León en busca de estos personajes.
 

Gente menuda

 

 Según cuenta ÁNGEL DEL POZO/VALLADOLID

La presencia y existencia de los seres mágicos de la naturaleza está recogida en el folclore y la mitología de numerosas culturas del planeta desde tiempos inmemoriales. Hasta nosotros han llegado relatos, cuentos y leyendas que nos hablan de las andanzas y desventuras de estos seres conocidos como elementales, gente menuda, pueblo de la buena gente, espíritus de la naturaleza o habitantes del país de las hadas. Hoy en día los gnomos, los duendes y las hadas son considerados seres de ficción, más propios de los mitos e imaginaciones delirantes de nuestros abuelos que de la realidad más palpable. Sin embargo, existen testimonios de encuentros cercanos en el tiempo con estas identidades misteriosas y reflexiones sorprendentes de auténticos expertos en la materia que veremos al final de este artículo.

 

Trasgos de Torquemada

En el siglo XVI la creencia en la existencia de los duendes era generalizada, de tal forma que era práctica forense en Castilla, así lo asegura el escritor Julio Caro Baroja en su obra 'Del viejo folclore castellano': «Que si una persona iba a habitar una casa y luego se enteraba de que en ella había duendes, podía abandonarla». Y es precisamente en esta época cuando el escritor astorgano, Antonio de Torquemada, nos dejó constancia de varios episodios acaecidos en nuestra región en su obra 'Jardín de flores curiosas'.

Uno de los más curiosos es el que hace referencia a un misterioso trasgo que habitaba en una casa de la capital salmantina, así nos lo cuenta Torquemada: «Quiero venir a contaros lo que yo mismo vi siendo niño de diez años y estudiante en Salamanca. Había en aquella ciudad una mujer muy principal viuda y vieja, la cual tenía cuatro o cinco mujeres de servicio, comenzóse a mover una fama pública en todo el pueblo que en casa de aquella señora andaba un trasgo que hacia muchas burlas, y entre otras, era una que de los techos, de la casa caían tantas piedras, que parecía que las llovía, y que esto era tan continuo, que a todos los de la casa y aun a los que entraban de fuera les daba muy gran trabajo, aunque las piedras no les hacían mal alguno ».


El tirar piedras y realizar pequeñas fechorías es una de las principales características de los duendes castellanos -también conocidos como martinicos o martinillos- para molestar y asustar a los humanos en sus casas, donde se introducen haciendo de ellas su residencia permanente. En cuanto a su aspecto, dicen que son parecidos a los seres humanos de corta estatura, extraordinariamente feos y siempre vestidos con hábito de capuchino. Hecho este inciso, continuemos con el episodio salmantino: prosigue el escritor astorgano asegurándonos que de esta historia se enteró el Corregidor y que junto a veinte hombres más se dirigió a la casa con el fin de averiguar la verdad. Al llegar allí presenciaron el mismo fenómeno de caída de piedras procedentes de la nada.

Se efectuó un exhaustivo registro sin encontrar al artífice de aquellos sorprendentes fenómenos y llegados a este punto, tomó el alguacil una piedra que arrojó por encima del tejado de una casa colindante, retando al supuesto causante: «Si tú eres demonio o trasgo, vuélveme aquí esta misma piedra. Y en el mismo momento tornó a caer esta piedra del techo, y le dio un golpe en la vuelta de la gorra, ante los ojos, y todos conocieron que era la piedra que había tirado, y viendo ser verdad lo que decía, el Corregidor y todos los otros se fueron muy espantados; y de ahí a pocos días vino un clérigo, que llamaban el de Torre Menudas, a Salamanca, y entrando en la casa, hizo ciertos conjuros, con que de allí adelante cesaron las piedras y burlas».


Los enemiguillos

Por cierto, que hablando de otro tipo de conjuros más tenebrosos, están los que practican ciertos nigromantes burgaleses que tienen como extraños compañeros a otra de las familias de duendes castellanos, conocidos como enemiguillos. Estos demonios familiares son de diminuto tamaño y sumamente fieles y obedientes con su dueño, gracias al sabido conjuro.

Son muchos más los lugares de nuestra tierra en los que la tradición asegura la presencia de duendes. Torquemada se hace eco de otros sorprendentes casos en la localidad zamorana de Benavente. En la provincia salmantina existen tradiciones que aseguran la presencia de estos seres en las localidades de Tardáguila y Puerto de Béjar. En tierras burgalesas se recogen relatos de su existencia en el municipio de Cornejo (Merindad de Sotoscueva) y famoso fue el duende de Horna. Sin embargo es en la provincia de León, donde se recogen el mayor número de casos de la presencia y andanzas de estos seres, no en vano es en esta zona donde cohabitan distintos tipos como el cochino-puerco (nombre que recibe el Diaño Burlón), el trasno do choco (duende experto en extraviar a los que desconocen los caminos) ó los xainines (expertos en introducirse en las casas para comer su menú preferido: las patatas crudas o cocidas). Son los folkloristas Francisco J. Rúa y Manuel E. Rubio, autores del excelente libro 'La piedra celeste', quienes en esta obra sobre las creencias populares leonesas, recogen sus aventuras en las siguientes localidades: Tolibia de Abajo, Mena, Lagunas de Somoza, Ferrol de Bernesga y Viñales.


En tierras leonesas precisamente, reside el escritor José María Merino, premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil en 1992, que relató un sorprendente testimonio en una entrevista publicada en el 'Diario 16'. El escritor menciona su experiencia con un trasgo al que mantuvo como huésped cierto tiempo: «su ocupación principal consistía en abrir la espita y vaciar una cuba que yo había heredado de mi abuelo y que hacía un vermú excelente». Por lo visto, el literato le entretenía con otras tareas para alejarle de su principal entretenimiento.

Para finalizar quiero hacerme eco de la opinión de la periodista y escritora, Rosa Montero, recogida en un artículo publicado en el diario el 'El País': «Me gustaría saber quién ha decidido que no existen las hadas, ni los gnomos, los elfos, los trasgos y demás habitantes del mundo crepuscular. Ya sé que no hay manera empírica de demostrar la existencia de estas criaturas fantásticas, pero tampoco hay manera de demostrar la existencia de Dios, y fíjense ustedes la cantidad de partidarios que tiene». ¿Y usted qué opina?

Santuario de la Virgen del Castañar.

Plaza de toros de Béjar, considerada como
la más Antigua de España y del Mundo.

   ¡Ele, Maestro!

El de rojo, es el “Mono Sabio”

Pasando por Llano Alto.

Vista de Candelario.

Hacia la Peña de la Cruz.

Llegando a ella.

Algo de frio tenían.

El compañero Carlos en plena disertación.

Este andaba embozado.
 
La Cruz en la bruma.

Ascendiendo a Peña Negra.

Hito de Peña Negra (1.635 metros).

Trepando por los canchos.

Al amparo de la pared, porqué el viento era terrible.

Transitando por los bosques.

Otra más.

Y otra.

En el bar de Puerto de Béjar.

Comiendo los turrones en la plaza de
Aldeanueva del Camino.

Liados con el descorche.

Entonando Villancicos.

  Al amparo de los soportales.

 
 

lunes, 19 de noviembre de 2012

Castañar de Ibor - Navalvillar de Ibor - 18-11-2012

Llegada a Castañar de Ibor.
 
 
El domingo 18 de noviembre de 2012, realizamos una bonita ruta por la zona de Los Ibores. Más concretamente desde Castañar de Ibor a Navalvillar de Ibor. El itinerario que seguimos fue: saliendo desde el pueblo de Castañar de Ibor, ascendimos al Collado de Postuero, para desde allí descender por el arroyo de las Calabazas donde pudimos ver los grandes y viejos castaños que llevan el nombre del arroyo. Desde estos continuamos hasta llegar a la Chorreta de las Calabazas, punto desde donde intentamos subir a la cuerda, pero no lo hicimos, dado a que el paso se encontraba resbaladizo como consecuencia de la lluvia que habia caído en la noche. Motivo por el que decidimos volver sobre nuestros pasos, y llegar de nuevo al Collado de Postuero, desde donde comenzamos ascender hasta llegar al Camorro del Castañar (1.150 metros), punto más alto de nuestro itinerario. Desde aquí descendimos hasta el pueblo de Navalvillar de Ibor.
La ruta en sí no tiene macha dificultad, y lo que podemos ver al realizarla merece la pena el esfuerzo. Ya con simplemente poder disfrutar de los viejos y enormes castaños del Calabazas, quedan redimidos todos nuestros esfuerzos. En estos viejos castaños, la historia y el tiempo se han detenido, y ha quedado grabado en sus viejos troncos el devenir de las centurias. En algunos de ellos incluso, se puede apreciar los rostros de los seres mitológicos que aún los habitan.
Pero déjenme que antes de exponerles las fotografías tomadas y que a través de ellas, puedan observar lo que comento. Les regales unas leyendas de la comarca de los Ibores. Para posteriormente a esto, agasajarles con las instantáneas.
Dichas leyendas cuentan lo siguiente:
 
                1ª leyenda.
 
LEYENDA FUNDACIONAL DE CASTAÑAR DE IBOR
 
Dicen que antes de que existiera el pueblo de Castañar de Ibor había un pueblo a orillas del río Ibor, cuyas ruinas se pueden ver hoy en día. Este pueblo se llamaba La Avellaneda y dista unos cinco km del actual pueblo de Castañar de Ibor.
Cuenta la tradición que La Avellaneda fue abandonado por sus habitantes debido a una plaga de hormigas que se comían todo: las cosechas, los árboles, el ganado... incluso atacaban a la gente y también se comían los adobes y la madera de que estaban hechas las casas.
La gente huyó de allí y fundó otro pueblo más alejado del río y este fue el origen de Castañar de Ibor.
 
                2ª leyenda.
 

LA AVELLANEDA

 

Un pueblo de los Ibores que se llama La Avellaneda está a 9 km de Castañar de Ibor. Es un pueblo que desapareció por causa de las termitas. Todos los objetos de la iglesia tuvieron que ser trasladados a la iglesia de Castañar. El Cristo se llama “El Cristo de la Avellaneda”. Cuando estaban trasladando al Cristo [para cambiarlo] de pueblo, por la calle que le llevaron por primera vez (desde entonces se le hace una procesión todos los años), el señor cura decidió que la procesión se hiciera por otra calle distinta a la de todos los años. Según iba la procesión, se levantó como un tornado de aire. Entonces, la gente que iba en la procesión acompañando al Cristo [lo llevaron de vuelta] a la iglesia, y le volvieron a sacar para volver a empezar la procesión. Pero por su recorrido de todos los años, pasando por la calle que le llevaron por primera vez.
Mientras hacían el recorrido correcto, dejó de hacer el aire que hacía en cosa de segundos y durante toda la tarde estuvo haciendo un sol espléndido y desde entonces los mayores del pueblo recuerdan el milagro ése; el recorrido desde entonces es el mismo.
 
                3ª leyenda.
 

LAS TRES BRUJAS UNIDAS

 

Se cuenta que en la edad de las brujas, en las montañas de los Ibores, una madre noble tuvo tres hijas, Sina, Tina y Mada. La ira de una criada [contra la madre, por darle tanto trabajo con las tres hijas], que era bruja, hizo que las enseñara el arte de la brujería. Estas tres muchachas, al verse con poder, no tenían ninguna compasión [a la hora de] hacer mal, y todo aquello que les molestaba lo hacían desaparecer o lo maldecían. Al llegar a oídos de sus padres, las quisieron matar. Al ver éstas que sus padres no las querían, el odio se apoderó de ellas y se vengaron de sus padres matándoles e intentaron vengarse de la criada, pero ésta última las hechizó de tal manera que lo que sentía una lo sentían las tres. Las brujas, enfurecidas por el hechizo, culparon a la criada del crimen de sus padres.
Se dice que esta bruja veía el futuro. Cuando la quemaron en la hoguera, se reía frívolamente. Las hermanas notaron el hechizo al tiempo: si una se caía, a las tres les dolía; si una quería comer, las otras también querían. A todo esto las brujas no le daban importancia, porque eran tan codiciosas y con tanto poder que lo deseaban todo, hasta que ya llegando a una madura edad, Sina, [cuando estaba] comprando en un pueblo cercano vio a un hombre, del cual se enamoró locamente, y le hechizó para que le diera su amor. Tina y Mada también sintieron amor por él y también conjuraron con el mismo hechizo. El hombre cuando llegó la noche se acercó a su casa, en la montaña. Estas tres, cuando vieron al hombre, se tiraron a él. El hombre al ver a las tres brujas se volvió loco y no sabía lo que hacer; las brujas al ver que el hombre no reaccionaba le dejaron morir de amor.
Esto pasó con muchos hombres, se dice que fueron tantos que el pueblo, cuando se dio cuenta de que eran las tres hermanas las brujas que mataban los hombres, fueron a por ellas. Éstas estaban también locas, porque no habían conseguido ningún amor, sólo consiguieron odio entre ellas. Se dice también que cuando fueron a quemar a las brujas las quemaron una a una, y la primera fue Mada, y cuando estuvo ardiendo, las otras dos también ardieron. Para probar esta leyenda, sólo tienes que ir a cualquier punto de las montañas de los Ibores y contar esta historia para escuchar los escalofriante aullidos de las ánimas de los hombres que fueron muertos de amor por tres brujas codiciosas.
 


 La bruma cubre el cauce del Río Ibor.

Paisaje Otoñal.
Las medidas de las escaleras, seguro
que fueron tomadas sin luz.
Caminando hacia el Collado de Postuero.

El viejo castaño, rodeado de jóvenes hijos.
Panorámica.
El señor Paco.

El señor Boina, o séase el que suscribe.

El señor Carlos.
Entorno de los viejos castaños.
Otra más.
 
Paseando entre ellos.
Más de lo mismo.

En esta pueden apreciar la faz del ser
que aún habita el viejo castaño.
Agreste paisaje.
Chorreta de las Calabazas.

Hora del Piscolabis.

Luces otoñales.

Conversación entre compañeros.

Otra panorámica.
Bonitos ocres.
Recortando en silueta.

Vista del valle del Ibor.
Cima del Camorro del Castañar.
Castañar de Ibor visto desde el alto.
Panorámica de una de las muchas pedreras de la zona.
Caminando.
Otra vista otoñal.
llegando a la comida.
Retomando el andar después de comer.
 
Casi llegando a nuestro destino.
Las últimas cuestecillas del itinerario.
Panorámica.
Otra más. Con la que concluyo el reportaje.