lunes, 19 de noviembre de 2012

Castañar de Ibor - Navalvillar de Ibor - 18-11-2012

Llegada a Castañar de Ibor.
 
 
El domingo 18 de noviembre de 2012, realizamos una bonita ruta por la zona de Los Ibores. Más concretamente desde Castañar de Ibor a Navalvillar de Ibor. El itinerario que seguimos fue: saliendo desde el pueblo de Castañar de Ibor, ascendimos al Collado de Postuero, para desde allí descender por el arroyo de las Calabazas donde pudimos ver los grandes y viejos castaños que llevan el nombre del arroyo. Desde estos continuamos hasta llegar a la Chorreta de las Calabazas, punto desde donde intentamos subir a la cuerda, pero no lo hicimos, dado a que el paso se encontraba resbaladizo como consecuencia de la lluvia que habia caído en la noche. Motivo por el que decidimos volver sobre nuestros pasos, y llegar de nuevo al Collado de Postuero, desde donde comenzamos ascender hasta llegar al Camorro del Castañar (1.150 metros), punto más alto de nuestro itinerario. Desde aquí descendimos hasta el pueblo de Navalvillar de Ibor.
La ruta en sí no tiene macha dificultad, y lo que podemos ver al realizarla merece la pena el esfuerzo. Ya con simplemente poder disfrutar de los viejos y enormes castaños del Calabazas, quedan redimidos todos nuestros esfuerzos. En estos viejos castaños, la historia y el tiempo se han detenido, y ha quedado grabado en sus viejos troncos el devenir de las centurias. En algunos de ellos incluso, se puede apreciar los rostros de los seres mitológicos que aún los habitan.
Pero déjenme que antes de exponerles las fotografías tomadas y que a través de ellas, puedan observar lo que comento. Les regales unas leyendas de la comarca de los Ibores. Para posteriormente a esto, agasajarles con las instantáneas.
Dichas leyendas cuentan lo siguiente:
 
                1ª leyenda.
 
LEYENDA FUNDACIONAL DE CASTAÑAR DE IBOR
 
Dicen que antes de que existiera el pueblo de Castañar de Ibor había un pueblo a orillas del río Ibor, cuyas ruinas se pueden ver hoy en día. Este pueblo se llamaba La Avellaneda y dista unos cinco km del actual pueblo de Castañar de Ibor.
Cuenta la tradición que La Avellaneda fue abandonado por sus habitantes debido a una plaga de hormigas que se comían todo: las cosechas, los árboles, el ganado... incluso atacaban a la gente y también se comían los adobes y la madera de que estaban hechas las casas.
La gente huyó de allí y fundó otro pueblo más alejado del río y este fue el origen de Castañar de Ibor.
 
                2ª leyenda.
 

LA AVELLANEDA

 

Un pueblo de los Ibores que se llama La Avellaneda está a 9 km de Castañar de Ibor. Es un pueblo que desapareció por causa de las termitas. Todos los objetos de la iglesia tuvieron que ser trasladados a la iglesia de Castañar. El Cristo se llama “El Cristo de la Avellaneda”. Cuando estaban trasladando al Cristo [para cambiarlo] de pueblo, por la calle que le llevaron por primera vez (desde entonces se le hace una procesión todos los años), el señor cura decidió que la procesión se hiciera por otra calle distinta a la de todos los años. Según iba la procesión, se levantó como un tornado de aire. Entonces, la gente que iba en la procesión acompañando al Cristo [lo llevaron de vuelta] a la iglesia, y le volvieron a sacar para volver a empezar la procesión. Pero por su recorrido de todos los años, pasando por la calle que le llevaron por primera vez.
Mientras hacían el recorrido correcto, dejó de hacer el aire que hacía en cosa de segundos y durante toda la tarde estuvo haciendo un sol espléndido y desde entonces los mayores del pueblo recuerdan el milagro ése; el recorrido desde entonces es el mismo.
 
                3ª leyenda.
 

LAS TRES BRUJAS UNIDAS

 

Se cuenta que en la edad de las brujas, en las montañas de los Ibores, una madre noble tuvo tres hijas, Sina, Tina y Mada. La ira de una criada [contra la madre, por darle tanto trabajo con las tres hijas], que era bruja, hizo que las enseñara el arte de la brujería. Estas tres muchachas, al verse con poder, no tenían ninguna compasión [a la hora de] hacer mal, y todo aquello que les molestaba lo hacían desaparecer o lo maldecían. Al llegar a oídos de sus padres, las quisieron matar. Al ver éstas que sus padres no las querían, el odio se apoderó de ellas y se vengaron de sus padres matándoles e intentaron vengarse de la criada, pero ésta última las hechizó de tal manera que lo que sentía una lo sentían las tres. Las brujas, enfurecidas por el hechizo, culparon a la criada del crimen de sus padres.
Se dice que esta bruja veía el futuro. Cuando la quemaron en la hoguera, se reía frívolamente. Las hermanas notaron el hechizo al tiempo: si una se caía, a las tres les dolía; si una quería comer, las otras también querían. A todo esto las brujas no le daban importancia, porque eran tan codiciosas y con tanto poder que lo deseaban todo, hasta que ya llegando a una madura edad, Sina, [cuando estaba] comprando en un pueblo cercano vio a un hombre, del cual se enamoró locamente, y le hechizó para que le diera su amor. Tina y Mada también sintieron amor por él y también conjuraron con el mismo hechizo. El hombre cuando llegó la noche se acercó a su casa, en la montaña. Estas tres, cuando vieron al hombre, se tiraron a él. El hombre al ver a las tres brujas se volvió loco y no sabía lo que hacer; las brujas al ver que el hombre no reaccionaba le dejaron morir de amor.
Esto pasó con muchos hombres, se dice que fueron tantos que el pueblo, cuando se dio cuenta de que eran las tres hermanas las brujas que mataban los hombres, fueron a por ellas. Éstas estaban también locas, porque no habían conseguido ningún amor, sólo consiguieron odio entre ellas. Se dice también que cuando fueron a quemar a las brujas las quemaron una a una, y la primera fue Mada, y cuando estuvo ardiendo, las otras dos también ardieron. Para probar esta leyenda, sólo tienes que ir a cualquier punto de las montañas de los Ibores y contar esta historia para escuchar los escalofriante aullidos de las ánimas de los hombres que fueron muertos de amor por tres brujas codiciosas.
 


 La bruma cubre el cauce del Río Ibor.

Paisaje Otoñal.
Las medidas de las escaleras, seguro
que fueron tomadas sin luz.
Caminando hacia el Collado de Postuero.

El viejo castaño, rodeado de jóvenes hijos.
Panorámica.
El señor Paco.

El señor Boina, o séase el que suscribe.

El señor Carlos.
Entorno de los viejos castaños.
Otra más.
 
Paseando entre ellos.
Más de lo mismo.

En esta pueden apreciar la faz del ser
que aún habita el viejo castaño.
Agreste paisaje.
Chorreta de las Calabazas.

Hora del Piscolabis.

Luces otoñales.

Conversación entre compañeros.

Otra panorámica.
Bonitos ocres.
Recortando en silueta.

Vista del valle del Ibor.
Cima del Camorro del Castañar.
Castañar de Ibor visto desde el alto.
Panorámica de una de las muchas pedreras de la zona.
Caminando.
Otra vista otoñal.
llegando a la comida.
Retomando el andar después de comer.
 
Casi llegando a nuestro destino.
Las últimas cuestecillas del itinerario.
Panorámica.
Otra más. Con la que concluyo el reportaje.