Llegada
a Castañar de Ibor.
El domingo 18 de noviembre de 2012, realizamos una bonita ruta por la
zona de Los Ibores. Más concretamente desde Castañar de Ibor a Navalvillar de
Ibor. El itinerario que seguimos fue: saliendo desde el pueblo de Castañar de
Ibor, ascendimos al Collado de Postuero, para desde allí descender por el
arroyo de las Calabazas donde pudimos ver los grandes y viejos castaños que
llevan el nombre del arroyo. Desde estos continuamos hasta llegar a la Chorreta
de las Calabazas, punto desde donde intentamos subir a la cuerda, pero no lo
hicimos, dado a que el paso se encontraba resbaladizo como consecuencia de la
lluvia que habia caído en la noche. Motivo por el que decidimos volver sobre
nuestros pasos, y llegar de nuevo al Collado de Postuero, desde donde
comenzamos ascender hasta llegar al Camorro del Castañar (1.150 metros), punto
más alto de nuestro itinerario. Desde aquí descendimos hasta el pueblo de
Navalvillar de Ibor.
La ruta en sí no tiene macha dificultad, y lo que podemos ver al
realizarla merece la pena el esfuerzo. Ya con simplemente poder disfrutar de
los viejos y enormes castaños del Calabazas, quedan redimidos todos nuestros
esfuerzos. En estos viejos castaños, la historia y el tiempo se han detenido, y
ha quedado grabado en sus viejos troncos el devenir de las centurias. En
algunos de ellos incluso, se puede apreciar los rostros de los seres
mitológicos que aún los habitan.
Pero déjenme que antes de exponerles las fotografías tomadas y que a
través de ellas, puedan observar lo que comento. Les regales unas leyendas de
la comarca de los Ibores. Para posteriormente a esto, agasajarles con las
instantáneas.
Dichas leyendas cuentan lo siguiente:
1ª leyenda.
LEYENDA FUNDACIONAL DE CASTAÑAR DE IBOR
Dicen
que antes de que existiera el pueblo de Castañar de Ibor había un pueblo a
orillas del río Ibor, cuyas ruinas se pueden ver hoy en día. Este pueblo se
llamaba La Avellaneda y dista unos cinco km del actual pueblo de Castañar de
Ibor.
Cuenta
la tradición que La Avellaneda fue abandonado por sus habitantes debido a una
plaga de hormigas que se comían todo: las cosechas, los árboles, el ganado...
incluso atacaban a la gente y también se comían los adobes y la madera de que
estaban hechas las casas.
La gente huyó de allí
y fundó otro pueblo más alejado del río y este fue el origen de Castañar de
Ibor.
2ª leyenda.
LA AVELLANEDA
Un pueblo de los Ibores que se
llama La Avellaneda está a 9 km de Castañar de Ibor. Es un pueblo que
desapareció por causa de las termitas. Todos los objetos de la iglesia tuvieron
que ser trasladados a la iglesia de Castañar. El Cristo se llama “El Cristo de
la Avellaneda”. Cuando estaban trasladando al Cristo [para cambiarlo] de
pueblo, por la calle que le llevaron por primera vez (desde entonces se le hace
una procesión todos los años), el señor cura decidió que la procesión se
hiciera por otra calle distinta a la de todos los años. Según iba la procesión,
se levantó como un tornado de aire. Entonces, la gente que iba en la procesión
acompañando al Cristo [lo llevaron de vuelta] a la iglesia, y le volvieron a
sacar para volver a empezar la procesión. Pero por su recorrido de todos los
años, pasando por la calle que le llevaron por primera vez.
Mientras hacían el recorrido
correcto, dejó de hacer el aire que hacía en cosa de segundos y durante toda la
tarde estuvo haciendo un sol espléndido y desde entonces los mayores del pueblo
recuerdan el milagro ése; el recorrido desde entonces es el mismo.
3ª leyenda.
LAS TRES BRUJAS
UNIDAS
Se cuenta que en la edad de las
brujas, en las montañas de los Ibores, una madre noble tuvo tres hijas, Sina,
Tina y Mada. La ira de una criada [contra la madre, por darle tanto trabajo con
las tres hijas], que era bruja, hizo que las enseñara el arte de la brujería.
Estas tres muchachas, al verse con poder, no tenían ninguna compasión [a la
hora de] hacer mal, y todo aquello que les molestaba lo hacían desaparecer o lo
maldecían. Al llegar a oídos de sus padres, las quisieron matar. Al ver éstas
que sus padres no las querían, el odio se apoderó de ellas y se vengaron de sus
padres matándoles e intentaron vengarse de la criada, pero ésta última las
hechizó de tal manera que lo que sentía una lo sentían las tres. Las brujas,
enfurecidas por el hechizo, culparon a la criada del crimen de sus padres.
Se dice que esta bruja veía el
futuro. Cuando la quemaron en la hoguera, se reía frívolamente. Las hermanas
notaron el hechizo al tiempo: si una se caía, a las tres les dolía; si una
quería comer, las otras también querían. A todo esto las brujas no le daban
importancia, porque eran tan codiciosas y con tanto poder que lo deseaban todo,
hasta que ya llegando a una madura edad, Sina, [cuando estaba] comprando en un
pueblo cercano vio a un hombre, del cual se enamoró locamente, y le hechizó
para que le diera su amor. Tina y Mada también sintieron amor por él y también
conjuraron con el mismo hechizo. El hombre cuando llegó la noche se acercó a su
casa, en la montaña. Estas tres, cuando vieron al hombre, se tiraron a él. El
hombre al ver a las tres brujas se volvió loco y no sabía lo que hacer; las
brujas al ver que el hombre no reaccionaba le dejaron morir de amor.
Esto pasó con muchos hombres, se
dice que fueron tantos que el pueblo, cuando se dio cuenta de que eran las tres
hermanas las brujas que mataban los hombres, fueron a por ellas. Éstas estaban
también locas, porque no habían conseguido ningún amor, sólo consiguieron odio
entre ellas. Se dice también que cuando fueron a quemar a las brujas las
quemaron una a una, y la primera fue Mada, y cuando estuvo ardiendo, las otras
dos también ardieron. Para probar esta leyenda, sólo tienes que ir a cualquier
punto de las montañas de los Ibores y contar esta historia para escuchar los
escalofriante aullidos de las ánimas de los hombres que fueron muertos de amor
por tres brujas codiciosas.
La
bruma cubre el cauce del Río Ibor.
Paisaje
Otoñal.
Las
medidas de las escaleras, seguro
que fueron tomadas sin luz.
Caminando
hacia el Collado de Postuero.
El
viejo castaño, rodeado de jóvenes hijos.
Panorámica.
El
señor Paco.
El
señor Boina, o séase el que suscribe.
El
señor Carlos.
Entorno
de los viejos castaños.
Otra
más.
Paseando
entre ellos.
Más de
lo mismo.
En
esta pueden apreciar la faz del ser
que aún habita el viejo castaño.
Agreste
paisaje.
Chorreta
de las Calabazas.
Hora
del Piscolabis.
Luces
otoñales.
Conversación
entre compañeros.
Otra
panorámica.
Bonitos
ocres.
Recortando
en silueta.
Vista
del valle del Ibor.
Cima
del Camorro del Castañar.
Castañar
de Ibor visto desde el alto.
Panorámica
de una de las muchas pedreras de la zona.
Caminando.
Otra
vista otoñal.
llegando
a la comida.
Retomando
el andar después de comer.
Casi
llegando a nuestro destino.
Las
últimas cuestecillas del itinerario.
Panorámica.
Otra
más. Con la que concluyo el reportaje.