lunes, 27 de mayo de 2013

Dehesa de Montehermoso - 26-05-2013

Comenzamos la ruta desde el parque
de Montehermoso.
 
 
 
El día 26 de mayo de 2013, hemos realizado una bonita ruta de senderismo por el marco incomparable de la dehesa extremeña, en esta ocasión ha sido en la dehesa Boyal de Montehermoso. Fuimos guiados por Jesús, una persona puesta en lo concerniente a todo lo que hay y existe en esta dehesa boyal. Nos fue llevando por un recorrido en el cual pudimos observar y ver la flora y la fauna del lugar, igualmente pudimos admirar los vestigios que perduran en ellas de épocas pretéritas, como son los yacimientos arqueológicos del neolítico, donde pudimos contemplar los dólmenes existentes y que tienen excavados, los cuales datan de unos 4.000 años a.C., también pudimos observar otros restos antiguos, aunque en este caso más cercanos a nuestros días, como son los antiguos chozos de pastores y antiguos molinos harineros, al igual que las antiguas zahúrdas donde se resguardaban los cochinos que se criaban en la dehesa. En lo concerniente a la vista paisajística decir que sobran las palabras para describir como se encuentra la dehesa en esta época, explosión de colorido por las miles de flores que tapizan su suelo, a lo que hay que sumar el esplendor de la arboleda ya que es el tiempo en que las encinas y alcornoques que cubren estos campos se encuentran en su mayor magnificencia. Y además si te encuentras con un entorno bien conservado mejor aún.
Por todo esto quiero sinceramente darles las gracias a Jesús y demás personas que nos guiaron. Y decirles que sigan con su implicación en la conservación de este patrimonio, tanto natural como monumental, para que las futuras generaciones puedan disfrutar de él como hasta la fecha lo disfrutamos todos los que paseamos por estos entornos.
 
                Animo y seguir como hasta ahora.
 
Pero como ya conocen de mí, no puedo pasar a exponer las imágenes tomadas sin antes contarles alguna leyenda de estas tierras, en esta ocasión serán las siguientes:
 
 
LOS NEGRITOS DE MONTEHERMOSO
 
No podía faltar la leyenda en torno a los Negritos. Una de las historias más emotivas y que probablemente sea la más significativa y aceptada por el pueblo, es la que se ha ido transmitiendo oralmente de generación en generación. Dice así:
 
“Hace ya muchos siglos había una familia muy pobre, compuesta por siete hermanos, que llegado el mes de febrero y con él, la celebración de San Blas, se acercaban al pueblo para pedir limosna, interpretando cada año una danza ritual distinta, para evitar ser reconocidos.
Pasado dieciséis años y después de interpretar dieciséis danzas diferentes, pensaron que la gente del lugar les reconocerían al llegar, y decidieron entonces tiznarse la cara de negro con corcha quemada, para hacer creer a la gente que eran otros los que actuaban. Uno de ellos, el que ejercía como jefe del grupo, se puso un gorro imitando a la mitra de un Obispo y un traje llamativo y pintoresco, con un zurrón de piel de cabra a sus espaldas, donde guardaba los instrumentos de las danzas que iban a interpretar, en sus manos portaba unas enormes castañuelas de corcha que no emitían sonido alguno y que el tocaba sin cesar. Su papel era el de intermediario entre el grupo de danzarines y el público y con sus muecas y sus gracias hacia las delicias de mayores y pequeños.
 
Estando bailando delante de las autoridades presentes, y hallándose allí el obispo de la diócesis de Coria, fueron reconocidos por este, al ver que eran los mismos danzantes que todos los años venían a la celebración de San Blas bendito a pedir limosna, aunque tuvieran sus rostros pintados. Entonces mirando a todos los allí congregados exclamó “ESTOS SON LOS NEGRITOS DE SANTO TOMÉ, QUE TODOS LOS AÑOS NOS VIENEN A VER”.
Otra de las leyendas que corren por este pueblo es la que lleva por título “La Majada del Penitente” y en la cual se cuenta lo siguiente:
“Era costumbre en Montehermoso, en los siglos XVI y XVII, entre los fieles, hacer penitencia por las noches, en un largo caminar, desde el pueblo hasta la ermita de la Virgen de Valdefuentes. Solían vestir largas túnicas, el rostro cubierto con una capucha y la espalda descubierta, donde se mortificaban con flagelos de fibra de duro lino. La leyenda conserva los nombres de Fausto y Julia, una pareja de novios, que con el fin de cumplir una promesa a la Virgen de Valdefuentes, se dieron cita una noche junto a la ermita del Cristo. Enterado de ello, en lugar del novio, se adelantó un antiguo rival, contrincante en amores, a quien la novia había rechazado previamente por no interesarle. Llegado éste a la ermita del Cristo, como Julia no lo reconociese, por ir cubierto su rostro y no poder pronunciar palabra alguna, por llevar el hábito de penitente, le siguió, portando, como era preceptivo una linterna para iluminar el camino. Al pasar el arroyo de la Nava, el penitente se levantó la túnica, para evitar que se mojara, dejando ver bajo ella una reluciente espada, que llevaba oculta con el fin de dar muerte a Julia, mujer que lo desdeñó. Julia, al ver la espada y cerciorarse de que aquel hombre no era su actual novio, le estrelló la linterna en plena cara dejándole mal herido y huyendo a refugiarse a una majada cercana. El penitente, en la penumbra de la noche, la siguió hasta aquel lugar, pinchando a los cerdos con la espada, con el fin de localizar y malherir a Julia, que consiguió salir ilesa del trance. Desde entonces el sentir popular conoce a la cochiquera con el nombre de “La Majada del Penitente”.
Dícese, que en la mágica noche de San Juan, a eso de las doce –hora de brujas, hechizos y encantamientos-, cuando el plenilunio baña con su tenue luz campos de jaras y matorrales, se escucha en las inmediaciones de la majada un suave lamento: es el alma del agresor que pena su culpa entre las derruidas piedras de la porqueriza”.
Y después del relato de estas dos leyendas del pueblo de Montehermoso, paso a exponer las imágenes que fue tomando a lo largo del recorrido de la ruta.

Pareja de foráneos.
Cartel orientativo de la dehesa boyal.

Caminando ya por la dehesa.
Chozo de Daniel.
Atendiendo a las explicaciones
que sobre él nos daba nuestro guía.

Continuamos con el paseo.
Ruinas del primer dolmen,
conocido por el nombre de
“Dolmen Gran Encina”
Explicación sobre estos modelos de enterramientos,
dada por un experto arqueólogo que nos acompaño.

Otra perspectiva del mismo.
La abuela de las encinas de la
dehesa de Montehermoso,
se le calculan más de 700 años.
Acobijo de ella, “Como pollos con gallina”.
 
Otro dolmen, que tiene por nombre
“Gran Dolmen”.
 
Otra panorámica del mismo.
   Y otra más.
Algunos tenían hambre.
El siguiente dolmen, o dolmen del “Tremedal”.
Otras perspectivas de este.

Bañadero de jabalíes.
Laguna Grande.
Otra más de ella.
Descendiendo hacia el Arroyo del Pez.
Panorámica, en la cual se divisa el cauce
del Arroyo del Pez.

Ruinas del antiguo molino harinero del Jerrao.
Antiguas “Pasaeras” utilizadas para vadear el arroyo
cuando este corre.
Llegando a la laguna del Jerrao.
En la fuente Jerrumbrosa.
Zahúrdas para cochinos.
  Otra más de la Majá de los Porqueros.
El chozo de los porqueros.

Otra zahúrda.
Con tanto cruce, hay que ver cómo ha evolucionado
el cerdo ibérico.
Este es de buen tamaño.

Contemplando a los equinos.
Las cervezas y la sombra hacen su efecto.
“Incluso llego a roncar”.
No tardo mucho en darle fin.
 
 

lunes, 13 de mayo de 2013

Las Meñas - 12 de mayo de 2013.

Ajustando los avíos para comenzar.
 
 
El día 12 de mayo de 2013, realizamos una bonita ruta de montaña en la comarca de la Vera. Esta ruta transcurrió por una de las gargantas más espectaculares y a la vez más desconocidas de la Comarca de La Vera. Su desconocimiento se debe a su difícil acceso, pues para llegar hasta el corazón de la garganta de Las Meñas tuvimos que ascender por fuertes pendientes, transitar por trochas perdidas entre enebros y zarzas, y pasar algunos pasos difíciles y expuestos, pero la recompensa al final fue el poder disfrutar de algunas de las más bellas cascadas de nuestra región, con alturas que superan los 65 m. Dado el caudal de agua que hay después de un invierno tan lluvioso, nos encontramos con unos exuberantes y esplendorosos torrentes de agua. Todo transcurrió dentro de la normalidad de estas actividades de montaña, con algunos sustos por caídas y sofocos por el calor que nos hizo. Pero en verdad mereció la pena el esfuerzo que tuvimos que realizar.
 
Ahora antes de pasar a mostrarle el reportaje les contare en esta ocasión dos cortas leyendas, la primera de esta comarca de la Vera, y la segunda de las tierras Extremeñas, que bien podría acoplarse a estas altas serranías de la comarca Verata.
 
Dice la primera:
 
Cuenta la leyenda que un vecino de Garganta la Olla soñó una noche que su fortuna estaba en la Puerta del Sol de Madrid. Sin revelar su secreto a nadie, recabó a duras penas un puñado de monedas entre sus familiares y marchó a la capital. En el corazón del foro y sin comer apenas deambuló hasta que un día alguien le preguntó qué hacía allí demacrado y sin rumbo. El verato contó su historia y el madrileño le aconsejó que no hiciera caso de los sueños porque no tenían ningún sentido. Él mismo –le dijo- había soñado con un cochinillo de piedra lleno de monedas de oro en la portada de la iglesia de un pueblo llamado Cuacos de Yuste. El de Garganta tomó nota, regresó a su tierra loco de contento, se llegó hasta Cuacos y encontró el tesoro.
 
Y en la segunda se relata lo siguiente:
 
La leyenda del Cordero
En un pueblecito de Extremadura, España hace ya varios años, había un buen hombre conocido como Bernardo, el cual se dedicaba al pastoreo por aquella zona y tenía un pequeño rebaño en el monte. Todos los días tenía que ir a recogerlo y, como un día cualquiera, metió a todos los animales en un corral de madera que tenía allí al lado.
Al terminar su labor, el hombre bajó de nuevo a casa, como todos los días, montado en un burro. Estaba anocheciendo, y rumbo a casa, Bernardo escuchó un ruido y se paró. Vio que un cordero estaba en medio del camino y el hombre pensó que se habría extraviado del resto del ganado y que lo podría llevar a casa para protegerlo de los lobos y del frío de la noche, entonces lo cogió y lo montó detrás de él, en su burro, y ambos continuaron su recorrido.
En el camino, con el cordero detrás de él, Bernardo escuchó como que algo arrastraba por el suelo. De repente, el hombre miró hacia abajo para ver lo que era, y cuál fue su sorpresa al descubrir que aquellas patitas cortas y blancas del cordero se habían convertido en unas enormes zarpas que iban arrastrando por la arena. Al ver esto Bernardo exclamó:
—¡Coño, cómo le han crecido las patas a este bicho! Cuando una voz grave contestó: ¡Y MÁS ME HAN CRECIDO LOS DIENTES! Al oír esto, su cara se desencajó sintiendo un escalofrío que le recorría su nuca y poco a poco fue girando su cabeza para averiguar en qué se había convertido la criatura. Entonces vio algo increíble: la cara del tierno cordero se había transformado en una cara demoníaca. Sus ojos eran rojos, unos ojos que le miraban fijamente. Sus dientes afilados parecían cuchillas. Fue entonces cuando Bernardo alzó su mano empujando a aquel ser sobrenatural y arrojándolo al camino. Cuando llegó a casa, tenía el rostro pálido y aterrorizado. No habló durante varios días, hasta que una tarde se decidió a contar lo que le había sucedido, pero las personas del pueblo no le creyeron, incluso algunas le tomaron por loco. Desde aquella noche Bernardo no volvió a ser el mismo, y dos meses después, el pobre hombre se suicidó tirándose por un acantilado. Y no solo eso, porque su única hija, años más tarde, se suicidó arrojándose por el mismo acantilado, tal y como hizo su padre. Nunca conoceremos lo que le ocurrió a Bernardo allí arriba, pero hay gente que asegura que lo que vio aquella noche era el mismísimo Diablo.
Y ya sin más demora paso a la exposición de las fotografías tomadas.


Puente sobre la Garganta de Cuartos.

  Llegando al salto de la central eléctrica.
Torrente producido por el desagüe
del canal de la central.
Reagrupación.
El canal de la central.
Transitando por él.
Panorámica.

Gozada de paseo.
El amigo Nacho y compañía.
Comienzo de la Garganta de las Meñas.
Bonita angostura en ella.
¿Qué observa la gente?

Pues esta bonita piscina.
Otra más de este rincón.
Subiendo hacia las chorreras.
  Fuertes pendientes, que
ponían aprueba nuestras fuerzas.
Impresionantes cortados.
Ya las teníamos en frente, ahora
 solo nos quedaba bajar al cauce
y comenzar la trepada por ellas.
Otra más de ellas.
 Primer salto de las Meñas.
Otra vista de este.
Más panorámicas de ellas.

Y más.

Descendiendo a la garganta.
Segunda cascada.
Jorge en ella.
El agua precipitándose al vacío.

Bonito tobogán. Pero imposible el utilizarlo.
Nos iba la vida en ello.
Y seguía meditando.

Tercera cascada.
Esta es la de mayor caída.
Jorge posando en ella.
Otra más.
Limpia de gentes.
Panorámica.
Cuarta cascada.
Quinta cascada.

Y la última con su coqueta poza para el baño.
Vista del rudo y a la vez bonito entorno.
Descendiendo hacia el Losar.
Más del descenso.

Otra más.
Profundos Barrancos, si se fijan con atención
en el fondo de la imagen,
verán puntitos de colores,
son algunos de los compañeros de la ruta.