Plaza de Guijo de Santa Bárbara.
El domingo 16
de junio de 2013, el Club de Montaña Valcorchero realizo la ruta circular de la
1ª edición de los 14 Dosmiles, que discurre por las sierras del norte de
Extremadura que se enclavan en el Sistema Central. El itinerario de esta dicha
ruta discurre desde Guijo de Santa Barbará a la Bigornia, Portilla Jaranda,
Estecillo, Covacha, Refugio de las Nieves y Guijo de Santa Bárbara. Y se
coronaran las cumbres de más de dos mil metros de: Majá Grande, Risco de las
Buitreras I, Risco Moreno, Canchal de los Ballesteros, El Poyo, Coroto Moreno,
Coroto de Ballesteros, Risco de la Buitrera II, Risco de la Buitrera, Cerro del
Estecillo, Azagallas, Covacha, Canchal de Ballesteros y Mesas Altas. Por todo
esto está catalogada como una ruta de considerable dureza, cosa que no influyo
para que más de 250 personas se decidieran a realizarla. Para los que no
quisieran realizarla completa había una alternativa, que era la que al llegar a
la Portilla Jaranda, desde esta descendían por la Garganta del mismo nombre al
pueblo del Guijo. Al final todo resulto bien, sin tener que reseñar ningún
incidente de consideración. En las imágenes que les ofrezco podrán observar la
belleza de los parajes por donde discurre, y de esta forma animarse el que lo
quiera para participar al año que viene en la próxima edición de la mencionada
ruta.
Pero antes de exponer las imágenes, les relatare dos historias de por estos
lares. En primer lugar se trata de una leyenda de la tierra de Ávila, provincia
con la que linda gran parte del recorrido de nuestra ruta, y que tiene por
título “La Aldeana de Cardeñosa”. Y en segundo lugar un cuento Extremeño el
cual lleva por título “La Cabra Montesina”. Dicen así:
LA ALDEANA DE CARDEÑOSA
En tiempos de los godos, según unos cronistas, o en los últimos de la
dominación romana, según otros, vivía en Ávila una bellísima muchacha que tenía
el nombre de Paula. Había nacido en el cercano pueblo de Cardeñosa, y era
conocida tanto por su hermosura como por la sincera y humilde piedad cristiana
de que daba continuas muestras. Una de sus devotas costumbres consistía en la
visita frecuente a la iglesia en donde se hallaba el sepulcro de San Segundo.
Llegaba, se arrodillaba delante de la sepultura del santo varón y así pasaba
largo tiempo orando. Después salía, daba una limosna a algunos de los mendigos
que estaban en la puerta, y regresaba con todo recato a su pueblo. Una tarde,
estaba arrodillada, cuando tuvo la sensación de que era contemplada fijamente
por alguien. Alzó la vista, y advirtió que un joven, noble, a juzgar por sus
vestiduras, había clavado en ella sus ojos. Entonces, un poco turbada, salió
antes que de ordinario, pero en el mismo atrio fue requerida por su admirador.
«Soy - le dijo - caballero y rico. Nunca contemplé una mujer tan hermosa como
vos, y desde este momento mi deseo más ferviente es lograr vuestro favor». Mas
Paula, rechazando enérgicamente al caballero, le reprochó tales palabras en un
sitio sagrado, rogándole que dejase en paz a una pobre aldeana. Esta escena se
repitió varias veces, y el insensato amor iba creciendo en el ánimo del joven
noble. Era éste de disipadas costumbres y solía satisfacer, fuera como fuera,
todos sus caprichos. Así, lleno de ansia por llegar a poseer aquella
sorprendente hermosura, y al mismo tiempo irritado en su orgullo, al ver cómo
se le rechazaba, se propuso hacer toda suerte de intentos. Y en uno de los
atardeceres en que vio marchar a Paula, la siguió, para averiguar hacia dónde
se dirigía. Y al día siguiente salió hacia allá.
Cuenta la leyenda que Paula estaba sola, sentada en una peña vecina a la hoy desaparecida ermita de San Lorenzo. Vio venir a un jinete, y con terror conoció que era el caballero que la importunaba tan repetidamente. Cuando ya estaba casi al llegar, oró fervientemente, pidiendo protección al Señor, expresando su angustia al saberse bella y al ver que esa belleza podía ser causa de su perdición. Y notó cómo de pronto una fuerte barba le iba cubriendo el rostro hasta dejárselo casi oculto. Llegó el caballero, y al preguntarle si había visto entrar en la capilla a una joven, Paula le contestó: «A nadie vi desde que aquí estoy sino a mí misma». Fueron inútiles todas las pesquisas del caballero, que volvió burlado y lleno de coraje. Paula le vio marchar llena de alegría, y postrándose de hinojos, dio gracias al Señor por el milagro que acababa de obrar. Y desde entonces, renunciando ya del todo a las cosas del mundo, se entregó a una vida de oración y penitencia. Cuando murió, ya la fama de su virtud se había extendido por toda la comarca. Su cuerpo se conserva en la capilla de San Segundo, de Adaja, cerca del sepulcro del Santo Obispo. En una inscripción hecha en una tablilla que pende del sepulcro de Paula, se lee:
Cuenta la leyenda que Paula estaba sola, sentada en una peña vecina a la hoy desaparecida ermita de San Lorenzo. Vio venir a un jinete, y con terror conoció que era el caballero que la importunaba tan repetidamente. Cuando ya estaba casi al llegar, oró fervientemente, pidiendo protección al Señor, expresando su angustia al saberse bella y al ver que esa belleza podía ser causa de su perdición. Y notó cómo de pronto una fuerte barba le iba cubriendo el rostro hasta dejárselo casi oculto. Llegó el caballero, y al preguntarle si había visto entrar en la capilla a una joven, Paula le contestó: «A nadie vi desde que aquí estoy sino a mí misma». Fueron inútiles todas las pesquisas del caballero, que volvió burlado y lleno de coraje. Paula le vio marchar llena de alegría, y postrándose de hinojos, dio gracias al Señor por el milagro que acababa de obrar. Y desde entonces, renunciando ya del todo a las cosas del mundo, se entregó a una vida de oración y penitencia. Cuando murió, ya la fama de su virtud se había extendido por toda la comarca. Su cuerpo se conserva en la capilla de San Segundo, de Adaja, cerca del sepulcro del Santo Obispo. En una inscripción hecha en una tablilla que pende del sepulcro de Paula, se lee:
Sednos buena
intercesora y abogada, gloriosa Paula Barbada.
EL CUENTO DE LA CABRA
MONTESINA
Esto era una madre que tenía tres hijas y un día que estaba
cosiendo en la puerta de su casa se le acabó el hilo y le dijo a su hija mayor
que subiera al doblao a buscar más hilo.
La niña subió las escaleras y se encontró con una cabra, que
decía:
—Soy la cabra montesina que vivo en el montepelao, y el que pase
de mi raya me lo como de un bocao.
La muchacha no hizo caso a la cabra, cruzó la raya y la cabra se
la tragó enterita.
La madre, al ver que no bajaba su hija mayor, le dijo a la hija
mediana:
—Anda, sube al doblao a ver qué le pasa a tu hermana que no viene
y bájame el hilo.
Al llegar a lo alto de la escalera, la hija mediana escuchó a la
cabra que decía:
—Soy la cabra montesina que vivo en montepelao y al que pase de
mi raya me lo como de un bocao.
La hija mediana no hizo caso a la cabra, cruzó la raya y la cabra
se la tragó enterita.
La más chica de las hermanas al ver que no volvían le preguntó a
su madre:
— Madre, ¿quieres que suba yo y te baje el hilo?
—No, que tú eres mu chica y no lo alcanzas. Anda, subiré yo.
Al subir la madre, escuchó a la cabra que le decía:
—Soy la cabra montesina que vivo en montepelao y al que pase de
mi raya me lo como de un bocao.
La madre pasó la raya y la cabra se la comió.
La hija pequeña, al ver que no bajaban ni su madre, ni sus dos
hermanas, se puso a llorar en el umbral de la puerta.
Y pasó por allí una hormiguita que le preguntó
-¿Por qué lloras, niña?
La niña le contó a la hormiga lo que le pasaba, la hormiga le
dijo:
—No llores, no tengas miedo, yo subiré contigo al doblao a buscar
a tu madre y a tus hermanitas.
Con que suben por la escalera y escuchan:
—Soy la cabra montesina que vivo en montepelao y al que pase de
esta raya me lo como de un bocao.
De manera que la hormiga que era muy valiente le dijo a la cabra:
—Pues yo soy una hormiguita y vivo en un hormiguero y de un salto
se metió entre los pelos de la cabra y se puso a hacerla cosquillas por todo el
cuerpo. La cabra daba muchos saltos y no paraba de reír hasta que de golpe
reventó y salieron la madre y las dos hijas
La madre estaba muy contenta por la ayuda de la hormiga y le
dijo:
—Te daremos un celemín de trigo
Pero la hormiguita contestó: —No cabe en mi taleguillo, no lo
muele mi molinillo.
—Te daremos una almorzá de trigo —dijo la hermana mayor.
—No cabe en mi taleguillo, no lo muele mi molinillo.
—Te daremos un grano de trigo —dijo la más pequeña.
—Sí cabe en mi taleguillo, sí lo muele mi molinillo.
Le dieron un granito de trigo y la hormiguita se fue muy contenta
a su hormiguero.
Y colorín colorado este cuento se ha acabao.
Y
después de estas dos historia paso a exponerles las imágenes del recorrido de
la ruta.
Cartel anunciando el evento.
Guijo va quedando atrás.
La escoba asciende lentamente.
Panorámica de la Bigornia y Maja Grande.
Panorámica de los dosmiles que se hallan
en la margen izquierda de la
Garganta Jaranda.
Otra más.
La Bigornia.
Jorge en la Bigornia.
Otra más.
Más peñascos.
Las Buitreras.
Caída desde estas.
Cresteando por ellas.
Un alto en el alto.
Espectaculares Vistas.
El Valle del Jerte visto desde las Buitreras.
Panorámica de ellas.
Pose del que lo cuenta.
Vista desde la Portilla Jaranda.
Descendiendo desde esta.
Hito en el camino, viéndose la Portilla Jaranda
a través de la ventana
de este,
con los escarpes de la subida al Estecillo a su izquierda.
Antiguo chozo pastoril.
Recuerdo de ese pasado ganadero.
Y presente de él.
Otra imagen desde la Portilla Jaranda.
Subiendo al Estecillo, por debajo de las rocas
la Portilla Jaranda.
Llegando al Estecillo.
Panorámica desde este.
Moles graníticas por el Estecillo.
Que terminan en grandes cortados.
Alguien minúsculo entre estas.
A la izquierda de la imagen,
y pegado a la cima de esta
canchera,
se observa el pueblo de Guijo de Santa Bárbara.
Laguna del Barco.
Pico de la Azagayas.
Cartel indicativo.
Llegando a la Covacha los primeros.
Con Jorge en cabeza.
Jorge: 1º en coronar.
Gilberto también posa.
Control de la Covacha.
Un grupo posando.
Los que descendían de la Azagayas,
se encontraban con los que la ascendían.
Panorámica tomada desde este punto de la Azagayas.
Otra más.
Panorámica tomada en el descenso
al refugio de las Nieves.
Refugio de las Nieves.
Detalle de la Campana.
Imagen de la Virgen de las Nieves.
Refrescándose los Pinreles.
Concluida la ruta.
Control de llegada.