Llegada
a Nava del Barco.
El día 29 de enero de 2012, realizamos la ruta del Pelao Bernardo, pico
que se encuentra en el Sistema central y más concretamente en el Parque
Regional de la Sierra de Gredos en el término municipal de la Nava del Barco.
La derrota de la ruta discurrió de la siguiente manera: partimos del pueblo
de la Nava del Barco, para ascender hasta la laguna de la Nava o Corral del
Diablo, ascendimos posteriormente desde este enclave al Pelao Bernardo, desde
aquí fuimos al pico del Pelao, y desde este punto descendimos por el Barrerón
del Campanar, Cuerda del Prado Campo y la Solana del Pajonal, para llegar
finalmente a la localidad de Navalguijo. La ruta en si es una verdadera
maravilla, aunque en esta ocasión la cantidad de nieve y hielo no era la
esperada en esta época del año, esto viene originado por la falta de
precipitaciones que se han dado en este otoño pasado como en el invierno en
que nos encontramos, los espesores de nieve eran muy pequeños, cosa que nos
dificulto el descenso del Pelao. Pero aun con estas pequeñas dificultades
pasamos un día estupendo, donde todos los que participamos en la actividad no
lo pasamos de maravilla. Las panorámicas que se ven desde los diferentes puntos
del recorrido son maravillosas, y para que ustedes puedan disfrutar de esas
vistas como nosotros lo hicimos, a continuación les expongo una serie de
instantáneas, que fui tomando en el recorrido. Pero antes de pasar a
exponerles las fotografías, déjenme que les relate en esta ocasión un romance
anónimo del siglo XVIII, la acción del mismo discurre principalmente
por parajes de Cebreros: las ruinas de la Ermita de los Moros, el viejo
cementerio, la antigua Cruz de Serores, el Alberche...., sin olvidar El Hoyo
de Pinares, lugar de inicio del mismo. Lugares y poblaciones que se
encuentran también enclavados en el Sistema Central más concretamente en las
estribaciones de la Sierra del Guadarrama y Gredos. Por lo tanto al ser un
romance creado y recitado por el pueblo llano, se ha ido transmitiendo de
generación en generación, y aun hoy en día se escucha por estas agrestes
montañas que conforman todo el Sistema Central.
LA NIÑA DEL MONTERO
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-I-
Cenando están los cabreros,
arrimados a las ascuas; cenando están en silencio so la bóveda estrellada. Gruñe el mastín de repente y como flecha se lanza entre los secos jarales y tras las peñas quebradas; sus ojos parecen lumbre y melenas erizadas, la fiera boca previene y sacuda las carlancas; mas de pronto, se detiene, las pupilas dilatadas y el furor que le impedía en frío terror se cambia; quiere ladrar, y un aullido de pavura se le escapa. Ya tras él, un zagal llega, volteando la cayada y, como él, queda inmóvil, tanto lo que ve le espanta. Una visión transparente ve que hacia él se adelanta: es una mujer que llora y le clava sus miradas, que se acerca, que le toca y, con voz acongojada, dice al zagal temeroso: "¡Tú tampoco sabes nada!"
-II-
Al zagal, desvanecido,
han alzado los pastores y en el chozo, con el vino, consiguen que se recobre. Cuenta el mozo su aventura, agitado por temblores, y se santiguan los viejos que ya la historia conocen. Escrutan con la mirada en lo negro de la noche, por si la blanca fantasma siguen en los alrededores, y dicen un Padrenuestro por la redención del pobre espíritu vagaroso que sufre penas atroces hace muchos, muchos lustros, flotando en aquellos bosques, sin encontrar lo que busca, llamando con tiernas voces, dando a las veces aullidos que el ánimo sobrecogen, siempre llorando, y en torno del mismo lugar, en donde muchos años hace estuvo la antigua Cruz de Serores. Tranquilas ya las conciencias, un viejo pastor se pone a repetir la leyenda, que el zagal escucha inmóvil.
-III-
En El Hoyo de Pinares
vivía un tiempo un montero con su esposa y con su hija como un querubín del cielo, tan bella y dulce, que estaban padre y madre, a cual más ciegos. Después de una montería del Rey don Carlos III, volvió el montero a su casa consumido en sus deseos de acariciar a su niña envolviéndola en sus besos. Mas ¡ay!, que el hogar amante estaba frío y desierto; la niña había salido al prado y no había vuelto, y la madre, enloquecida, temiendo un atroz misterio, al ver llegada la noche, saliose al campo, sin miedo, dando gritos que desgarran el corazón más perverso. Helado queda el buen padre ante el horrible suceso; montó en su jaco peludo y partióse como el viento. Corrió bosques y praderas, cruzó galopando el yermo, entró en cuevas y barrancos, y a la mañana, en un cerro, encontró bajo unas peñas, vacíos, casi deshechos, los zapatos de su niña junto a un reguero sangriento.
-IV-
Ved a la madre cual corre
valles y montes cruzando; el instinto es quien la guía; su amor alarga sus pasos; hecha jirones la ropa por las zarzas y peñascos, con las carnes desgarradas, sangrantes los pies y manos, anhelante, con gemidos, corre a su hija llamando. Sabe que fueron las brujas las que a su hija robaron y va a disputar la presa con mordiscos y arañazos. - ¡Brujas! ¿Dónde estáis las brujas? -va la triste así gritando- ¿Dónde os juntáis esta noche, que quiero despedazaros. Y a las ruinas de la ermita de los moros, registrando, no halla a las brujas, y sigue por el fondo del barranco. Ante el viejo cementerio de Cebreros se ha parado; golpea recio en la puerta, a las brujas invocando, y sólo el eco responde a sus gritos desolados. Una campana remota lanza las doce al espacio; a Oriente surge la luna, que está en su menguante cuarto; por encima de los pinos, a través del aire helado, siéntese crujís de huesos...; suenan zumbidos extraños...: son las brujas, que galopan hacia el cerro de Guisando.
-V-
Hay una vieja cañada
más debajo de Cebreros, y traspuesto el río Alberche, que va a tierras de Toledo; junto al cerro de Guisando pasa este camino viejo, tan apartado y tan solo que, de noche, su misterio produce a aquel que lo cruza una crispación de nervios. En lugar tan retirado y en la ladera del cerro, hace siglos, ciertos monjes, alzaron un monasterio. A un lado de la cañada, finando el siglo quinceno, hubo una venta modesta, de la que no quedan restos, donde Isabel la Católica, de tan glorioso recuerdo, fue reconocida Reina por el castellano Reino. Otras reliquias famosas se hallan en el lado izquierdo del camino y, en un llano, cuatro toros berroqueños tallados en tosca piedra no sabe nadie en qué tiempos; de los cuatro, hay uno roto, derribado por el suelo, y en los otros quedan huellas de ciertos raros letreros; miran todos al Poniente y ninguno tiene cuernos. A este lugar misterioso, envuelto siempre en silencio, llegó, en su carrera loca, destrozada y sin aliento, la pobre mujer aquella que, por su hija gimiendo, iba invocando a las brujas en una noche de invierno.
-VI-
Cerca del cénit andaba
la luna la noche aquélla cuando, en torno de los toros, tallados en tosca piedra, las brujas todas de Gredos, con las de la Paramera, de la Peña de Cadalso y risco de Las Cabreras, danzando en rápidos giros, celebraban una fiesta. Del toro que está en el medio subido sobre la testa, estaba un cornudo chivo, de barba rojiza y luenga, presidiendo las locuras de las arpías aquellas. Daban terribles chillidos y, al resplandor de una hoguera, se iluminaban sus caras, espantables, más que feas. Todo lo estaba mirando la madre, de miedo llena, sin atreverse a acercarse a la inmunda patulea; mas, besando con ternura la cruz que consigo lleva, siente el pecho confortado y hacia las brujas se acerca: - ¡Dadme a mi hija! –les grita; y al punto la danza cesa y corren a rodearla haciendo espantosas muecas; ella avanza, decidida, hasta el chivo, que la observa; el monstruo, con un balido, le pregunta: - ¿Qué deseas? - ¡Mi hija –responde la madre-, a la que robaron éstas! Pregunta el chivo a las brujas y todas entonces niegan, después, a los cuatro vientos, aúlla el chivo con fuerza, y del horrible alarido dan cien ecos la respuesta. Preséntanse cuatro lobos, cuyos ojos centellean, y dicen que en sus comarcas nadie ha visto a la pequeña, que si alguno la encontrara no fuera mala merienda. Irrítase el chivo entonces y lanzando mil blasfemias, clava sus ojos en una de las brujas que le cercan y así la acusa: - ¡Tú has sido! ¡Tú, envidiosa y embustera! - Sí, yo- responde la arpía-. Allí la tengo en mi cueva; allí la guardé esperando a que la madre viniera para pagar el rescate haciéndose compañera. - No está mal –exclamó el chivo- Si a aceptar estás dispuesta, te daremos a tu hija a condición de que vengas a juntarte con nosotros y a ser una de las nuestras. En El Hoyo de Pinares no hay mujer joven ni vieja que represente mi estado de cien años a esta fecha. Más que espantada se halla la madre con la respuesta; duda un poco, no pensando que en la duda se condena: tanto el amor de su hija le trastorna la cabeza. Mas pronto da un alarido; la fe en sus ojos incendia y un ¡no! rotundo sus labios pronuncian como respuesta. - Pues bien: dádsela a los lobos -es del chivo la sentencia- y a la madre, desde ahora, hacédmela prisionera. Ya vienen todas las brujas a sujetarla con cuerdas; mas ella levanta el brazo y pone la cruz ante ellas; prodúcese un torbellino, la tierra y el cielo tiemblan, y todos desparecen y sola la madre queda. Rompe en llanto de amargura y volver a casa piensa. Comienza a andar y se doblan por la fatiga sus piernas; siente que la van siguiendo y entonces el paso aprieta; vuelve a correr como loca, cruza el Alberche, el Becedas...; casi arrastrándose trepa...; llega al fin ante las rocas donde estaba la cruz puesta, y sin lanzar un gemido, de bruces se cae, muerta. Allí más tarde, su esposo, lleno de dolor la encuentra. El cuerpo fue recogido, pero el alma quedó en pena.
-VII-
Desde entonces anda errante
por todos estos contornos aquella alma desgraciada, preguntando siempre a todos, caminantes o pastores, que la miran temerosos, si pueden darle noticias de la niña que el demonio, por conducto de las brujas, le robó en tiempos remotos. ¡Alma triste, que así vaga sin momento de reposo, e ignora que, al fin, su hija, fue comida por los lobos! |
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Nava
del Barco.
Comenzamos nuestro recorrido.
Panorámica bajo cero.
Otra
más.
El Sol aparece tímidamente en las cumbres.
Reponiendo
fuerzas en el refugio.
Otra
panorámica.
Cruzando
la garganta.
Subiendo
hacia la laguna.
Otra
más de la subida.
Y otra
más de esta.
Jorge se abriga.
Estos
nada más llegar a la laguna entraron en ella.
Para
disfrutar como enanos en la nieve
que cubría el hielo de esta.
Si no juzguen ustedes.
Reponiendo
fuerzas.
Parte
del grupo dentro de la laguna.
Posando
con la bandera del club,
encima de la laguna helada.
El Pelao Bernardo,
queda medio tapado por la
niebla.
Seguimos
ascendiendo desde la laguna.
En
esta imagen vemos como va quedando atrás
en el fondo.
Alto
del Corral del Diablo (2.366 metros).
Paredes del circo del Corral del Diablo.
Panorámica de la ascensión.
La
nieve se vuelve Hielo,
hay que ponerse los crampones.
Todos hacia arriba.
Se va
llegando a la cuerda.
Cima
del Pelao Bernardo (2.217 metros).
Panorámica tomada desde la cima
del Pelao
Bernardo.
Alto del Corral del Diablo, y a su izquierda
sobresalen el Juraco (2383metros)
y
la Covacha (2399 metros).
Un
compañero de ruta.
Otro más.
El
grupo en la cumbre del Pelao Bernardo.
Foto tomada desde la cima del
Pelao (2.215
metros), donde se aprecia el hito del
Pelao Bernardo, y la vaguada del Collado
del Pelao.
Panorámica integra del Corral del Diablo,
tomada
desde el Pelao.
Admirando
el paisaje desde el Pelao.
Comenzamos
el descenso del Pelao.
El
descenso en las circunstancias en que
se encontraba, era complicado.
La escasez de nieve lo complico aún más.
Bonita imagen.
Esta también es bonita, y peligrosa a la vez.
En el fondo del valle en línea con el pinar
ya
se ve Navalguijo.
Hacia
él nos encaminábamos, lo peor ya quedaba
atrás.
Misión cumplida, para celebrarlo y entrar
en
calor nada mejor que un chupito de aguardiente.
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