Preparándonos
para comenzar la actividad.
(Pueblo de Navalperal de Tormes).
El domingo 24 de Febrero, realizamos la ruta invernal de la subida a
Cabeza Nevada, consistió en: saliendo del pueblo de Navalperal de Tormes,
llegar a la laguna del Cervunal o del Novillero, para desde aquí, comenzar la
ascensión a la Mogota del Cervunal, también conocida como Cabeza Nevada. Y
desde esta cima descender hasta el desagüe de la laguna Grande de Gredos, para
desde este punto ascender por los Barrerones y volver a descender hasta la
plataforma. Esta fue la opción larga, ya que había otra opción. La cual
consistía que una vez llegados todos a la laguna del Cervunal o del Novillero,
los que no quisieran optar por la alternativa fuerte, descenderían desde este
punto hasta la garganta del Pinar, llegando al refugio de la Barranca, para
desde aquí descender hasta el pueblo de Navalperal de Tormes, opción que tome
con seis personas más, el resto realizo la de la ascensión a la Mogota del
Cervunal. Por lo tanto las fotografías que expongo sobre la subida a Cabeza
Nevada, son tomadas de las que realizo el amigo Agustín. El resto de las
instantáneas son mías.
El tiempo que tuvimos durante todo el trayecto fue
bueno, aunque a los que optaron por realizar la alternativa fuerte, se les
complico después de coronar Cabeza Nevada.
Una vez concluida
la explicación, déjenme que les relate como es costumbre en mí una de las
muchas leyendas, cuentos y fabulas que por estos lugares de la Sierra de Gredos
abundan. En esta ocasión se trata de un cuento de la comarca de Arenas de San
Pedro el cual relata lo que sigue:
CUENTO DE LA BICHA PELUDA.
Hace algunos años, no existían las
lavadoras y la ropa y todos los trapos se lavaban en el río. Sobre alguna
piedra o restregando la ropa contra la banca de madera a la corriente del
cauce. Las mujeres se reunían con las vecinas y parientas, para hacer el jabón
en la puerta de la casa con la grasa, sebo y aceite desecho, que junto a una
mezcla exactamente calculada de agua y sosa, removían con una pala de madera,
mientras hervía el cocimiento en una gran caldera de cobre puesta sobre una
trébede en el fuego. Luego la pasta se vertía sobre una bandeja o cajón de
madera y se cortaba con un cuchillo o alambre haciendo las partes que se usaban
como pastillas. El jabón casero hecho de la forma tradicional era muy bueno y
mezclado con la greda era capaz de quitar cualquier macha por mala que fuera de
quitar.
Cuando salían de casa para ir al río a
lavar al cauce cogían un cesto con ropa sucia, la banca, el jabón y en el
invierno llevaban además una cobra con agua caliente para desentumecerse las
manos heladas por el agua fría de nieve. Pues era normal que muchas mañanas
tuvieran que romper el hielo del cauce con una piedra o palo para poder lavar
la ropa con el agua helada.
Un día de verano de esos que de la caló no
se podía ni respirar, salió al alba de su casa la tía Marcelina al río a lavar.
Según bajaba de su casa al cauce iba llamando a sus vecinas y amigas con las
que había quedado para ir juntas al río a lavar la ropa sucia. Pues era muy
normal hacer esta tarea en animados corros de mujeres. Mientras quedaban en sus
casas al cargo de los más pequeños…
- Eusebia, vamos que nos van a quitar
los mejores sitios para
lavar y nos tendremos que ir río arriba a
lavar si no te
espabilas.
- Ya voy, Marcelina que me estoy
poniendo el guardapiés. Respondió la buena vecina desde el zaguán de su casa.
Y así poco a poco pero sin perder el
tiempo, fueron juntándose unas cuantas vecinas que en tropel y en conversación
muy animosa llegaron al río y cuando vieron que los mejores sitios ya estaban
ocupados decidieron subir un poco más arriba a lavar. Al llegar a la orilla se
dispusieron a lavar mientras hablaban de las cosas que las habían pasado y de
las que las provocaban risa. Pues las bromas formaban parte importante de estos
ratos de fregoteos.
Como era tiempo e verano algunas se
quedaron en viso y enaguas y se metieron en medio del río para refrescarse. Y
estando en estas de pronto una gran bicha llena de pelos como las crines de un
caballo se acercó a las mujeres silbando y lanzando bufidos como un dragón. Las
mujeres que estaban en la orilla estas al ver la descomunal bicha como un pino
de larga, como una vaca de gorda y con mas pelos que un oso, dieron la voz de
alarma, las que estaban en medio del charco salieron corriendo del agua dando
chillidos, dejando la ropa tirada por la ribera del río, incluso algunas
prendas fueron llevadas río abajo perdiéndose para siempre. Echaron todas a
correr en dirección al pueblo sin vestirse horrorizadas ante la imagen del
pedazo de bicha con pelos.
Al llegar al pueblo se formó un gran
revuelo y pronto corrieron las voces por todo el pueblo, decidiendo que tenían
que ir a pedir ayuda a los hombres. Pero como era tiempo de verano los que no
estaban en la sierra con el ganado, estaban en las dehesas binando o regando
las cosechas. Por lo que solo había viejos y niños que fueron al río a ver si
la veían, pero nada la Bicha no aparecía por ninguna parte…
Cuando a la noche llegaron los hombres al
pueblo, sus mujeres les contaron lo ocurrido, y los hombres tomándoselo a
chufla les dijeron que no sería para tanto, que seguro que lo que habían visto
no era una bicha sino una mata de margaritas de agua reliadas a un tronco
podrido de aliso.
Entonces las mujeres se enfadaron mucho y
se negaron a volver a río a lavar si no iban los hombres y la mataban. Y así lo
hicieron. En un principio a los hombres esto no les importo nada, y
se fueron a dormir y al día siguiente a trabajar. Pero al cabo de unos días las
cosas no fueron tranquilas para nadie. Ya que pronto la ropa sucia empezó a
amontonarse en las casas pues las mujeres no querían volver a río a lavar hasta
que no desapareciera la bicha con pelos. De modo que no quedaba ropa limpia,
los pañales sucios daban un olor insoportable y los calzoncillos, bragas,
calcetines y camisetas olían a huevos podridos. La situación era insoportable.
Entonces los hombres decidieron en una reunión que hicieron en la taberna del
Tío Meapoco salir al día siguiente a cazar la bicha peluda todos juntos. Y así
se lo comunicaron a las mujeres.
A la mañana siguiente antes de que el sol
diese sobre los picos verdes de la sierra salieron hacía el río, unos armados
con estacas, otros con hondas, palos y piedras. Al llegar a la orilla del
charco unos fueron un poco río arriba y otros fueron otro tanto río abajo.
Estuvieron todo el santo día buscando a la bicha peluda pero no dieron con
ella, y lo que es peor no dieron con la cueva donde se encuevaba.
Mientras algunas mujeres lavaban la ropa
en los desagües de las fuentes, donde abrevaba el ganado cuando lo traían al
pueblo por las tardes y donde bebían todos los animales a la mañana. Pero eso
estaba prohibido y la multa era tan grande. Ya que solo una vez que lavaron en
el pilón bebieron unas cabras y borras de las aguas emponzoñadas de la fuente,
y por la sosa del jabón venenoso, muriendo tres cabras y siete ovejas. Se armó
tal revuelo que nunca más nadie se atrevió a lavar la ropa en las fuentes. Pero
la ropa seguía sucia y ya habían usado las mantas y las sabanas para hacerse
camisas, enaguas, bragas, calzones, medias y calcetines. El mal olor era
insoportable y ya no solo olían mal las casas si no que todas las calles del
pueblo se llenaron de un olor que espantaba a los muertos, atrayendo ejércitos
de moscas y a los abantos. Los días pasaban y los hombres no daban con la bicha
peluda por ninguna parte. Tan solo unos pocos habían visto por las orillas del
río cerca de los bancales donde los huertos florecían y maduraban sus frutos,
verduras y hortalizas el negro rastro que esta dejaba a su paso. Por lo que
ninguna mujer quería acercarse siquiera a los huertos para vinar o regar o
recoger lo que ya esta pintón. Así que los huertos poco a poco fueron
perdiéndose por el miedo que tenían a la bicha con pelos que rondaba por las
orillas del cauce del río muy cerquita del pueblo.
El tiempo seguía pasando y ya no solo las
ropas y los huertos empezaron a ser desatendidos y perdidos por las zarzas y la
maleza. Si no que al tener los hombres que seguir buscando a la bicha, el
ganado lo tenían que atender los niños quedando estos a merced de los lobos,
aunque todos los rebaños tenían varios perros con sus carrancas. Así estuvieron
más de tres meses buscando a la bicha hasta que una mañana del mes de octubre
por fin, el esquilador encontró bajo una gran mata de toronjil una piedra que
debajo parecía tener la entrada de una profunda cueva. Tiró de su azolillo y
limpio la entrada de broza, hasta que de pronto apareció delante de él la boca
de una gran cueva que parecía bajar a los mismos infiernos. Se asomó a ella y
escuchó un tremendo silbido. Miró bien y vio los ojos de la bicha con pelos que
parecían tizones encendidos… Ya no había duda, allí era donde se encuevaba la
bicha con pelos. Fue al pueblo y dio la noticia a todos los vecinos y a las
autoridades competentes. Reuniéndose en el atrio de la iglesia como era
costumbre hacer en las grandes y más importante reuniones del lugar. Todos
daban ideas acerca de cómo hacer salir a la bicha de su profunda cueva.
- Con agua, inundemos la cueva con
agua. Dijo uno.
Y así lo hicieron empezaron a echar agua
pero la bicha que no salía.
- Metamos un conejo atado a una
cuerda, cuando se lo esté tragando tiraremos de la cuerda y sacaremos a la
bicha como si fuera una anguila. - dijo otro.
Y así lo hicieron, fueron a por una gran
maroma ataron un conejo que había cogido el alimañero el día anterior y lo
tiraron por la boca de la cueva abajo. Pero nada que la bicha de un mordisco se
tragó el conejo partiendo la maroma como si fuera un hilo de seda. Ya se
estaban empezando a cansar y la bicha desde la profunda cueva lanzaba tremendos
silbidos que dejaban sordo y paraban el pulso del corazón de quienes la
escuchaban.
- Ya esta dijo un tercero, hagamos
fuego y ahumemos la cueva ya veréis como así sí que sale esa condenada bicha.
Y así lo hicieron, fueron unos a por teas
de pino, otros por miera y otros a por una jaugos que mezclaron con ramas
verdes de aliso y sauce. Lo metieron en la boca de la cueva y los dieron yesca.
Pronto los silbidos parecieron truenos que salían de la tierra, haciéndose cada
minuto más y más fuertes. De pronto la enorme serpiente llena de pelos por
todas partes enormes como nunca jamás se había visto, apareció por la boca de
la cueva apagando las llamas del fuego pero provocando mas humo al arder los
pelos negros de sus crines como el carbón. Algunos echaron unos pasos atrás, pero
otros sin perder el tiempo agarraron lo que tenían más a mano y una lluvia de
palos piedras y estacazos cayeron sobre la bicha dándola muerte con gran
alegría por parte de todos. Luego se fueron al pueblo con la bicha y aquella
noche celebraron una gran fiesta por todo lo alto.
Salieron los guitarreros y las mozas
prepararon dulces y limoná, estuvieron toda la noche de ronda y danzas, pero no
se habían percatado de un gran peligro que le acechaba desde lo más profundo de
la tierra. Nadie cayó en bajar a la profunda cueva pues dentro en lo más hondo
la bicha había puesto tres huevos. Uno blanco, otro negro y otro más colorao. Y
ya cuando pasó el tiempo que ha de pasar para que se rompieran, salió del huevo
blanco un culebro manco que se fue a vivir al barranco. Luego se rompió el
huevo negro del que salió un culebro ciego que se fue a vivir a otro pueblo. Y
por último rompió el coloraó del que salió un culebro manco, ciego y
escalabrao, que se fue a vivir a otro lao. Dejando su cobacho abandonao y por grandes
zarzales tapao, dejando en él un gran tesoro lleno de monedas de oro amontonao…
Y una vez concluido el relato
del cuento de La Bicha Pelua, sin más demora paso a la exposición de las
instantáneas.
Otra más.
Hemos comenzado
a andar.
El objetivo del
día: Cabeza Nevada.
Aunque la
temperatura estaba bajo cero,
empieza a sobrar ropa.
Comenzamos a
subir la Sierra del Cervunal.
Panorámica de
la cuenca de la Garganta del Pinar.
Al fondo las
cumbres del circo de Cinco Lagunas.
Otra más.
Reagrupándonos.
Seguimos en
nuestra ascensión hacia
la laguna del Cervunal.
Hacia ella nos encaminábamos.
Panorámica de Cabeza Nevada.
Ya se ven
algunas cumbres del circo de la
Laguna Grande de Gredos.
Otra
panorámica.
Llegando al
refugio del Cervunal.
En el nos
encontramos.
Jorge no estaba
muy contento,
porque no le deje hacer la opción larga.
Panorámica.
Laguna del Cervunal.
Se le iba
pasando el enfado.
El entorno que
nos rodeaba era espectacular.
Si no juzguen
ustedes mismos.
Descenso hacia
el refugio de la Barranca
situado en la Garganta del Pinar.
Otra más.
Curso de la Garganta del Pinar.
Foto del grupo,
falto Yo.
En esta si esta
el “Tío de la Boina”.
A partir de aquí las fotografías son tomadas por Agustín, a excepción de la
última que es mía.
Comienza lo duro.
Panorámica de
la laguna del Cervunal.
En plena ascensión.
Ya se divisa la cumbre.
En ella se encuentran.
Espectacular imagen del circo de Gredos.
Y del de Cinco Lagunas.
Esperando en la
Plataforma a que llegasen
los de la opción A.