viernes, 8 de febrero de 2013

Paisajes Variados - Febrero de 2013.

Arroyo de los Horcos (Lagunilla).
 
 
 
 
Paisajes Variados.
 
La siguiente exposición de imágenes, está basada en un recorrido por los entornos de los montes que circundan el embalse de Gabriel y Galán, más paisajes de las Hurdes, del valle del Ambroz, Hornacinos, el Cerro, Macizo del Calvitero, con las sierras de Béjar y Candelario y algunas más. Con ellas quiero que las personas que vean este reportaje, se hagan una idea, de la inmensidad de los espacios naturales y silvestres que en cantidad de miles de hectáreas, conforman esta parte de la cabecera del noreste de la provincia de Cáceres y el sureste de la de Salamanca. Los montes se suceden del pino al roble y de este al castaño, para descender hacia la dehesa en el valle del Ambroz, entre estos podrán observar cómo se enclavan los pueblos de las diferentes comarcas en armonía con ellos, como ha sido siempre a lo largo del devenir de los tiempos. Espero que disfruten con ellas, como yo disfrute realizándolas.
¡Ah! No crean que se me ha olvidado contarles en esta ocasión alguna historia, faltaría más. Puesto que andamos por tierras de mucho misterio y aparecidos como son las de las Hurdes, algo les relatare. Lo que no se si será, sobre los seres mitológicos que pueblan estas tierras como el Machu Lanú, la Encoruja, las Jáncanas, el Jáncanu o el Pelujáncanu, etc. O bien sobre las hadas y duendes de los bosques, ya que por lo abundante de ellos es lugar propicio para estos seres. Déjenme que me lo piense.
Después de cavilar un ratillo, he decidido que las historias de hoy se basarán en:
 
EL JÁNCANU.
 
El Jáncanu de las Hurdes es un cíclope, un ser gigantesco, de aspecto horrible y malas intenciones, con un solo ojo en el centro de su frente. Vive en una cueva y se dedica a pastorear ovejas y cabras. Un día, un pastor de la zona perdió su rebaño en el monte. Como se le hacía de noche y sus cabras no aparecían, emprendió su búsqueda. Escuchó los balidos de sus cabras y fue tras ellas. Resulta que sus cabras se habían mezclado con las del Jáncanu, quien se las llevaba a su cueva. El pastor consiguió agarrarse a los pelos de la barriga de un macho cabrío y entrar en la cueva. Dentro de la cueva, el Jáncanu, mientras encendía una antorcha, repitió varias veces:
– ¡Huele a carne humana!
El Jáncanu consiguió atrapar al pastor y decidió que se lo comería. Mientras encendía una hoguera, le dijo:
– Te voy a asar, pero antes quiero saber cómo te llamas.
El pastor que era muy listo, le dijo:
– Me llamo Nadie.
– Muy bien, Nadie. Me voy a beber un pellejo de vino antes de asarte.
El Jáncanu se bebió tres pellejos de vino. Con la borrachera se echó a dormir, lo que aprovechó el pastor para coger un leño ardiendo y se lo metió por el único ojo que tenía el Jáncanu, quien comenzó a lanzar unos terribles gritos de dolor. Más adentro de la cueva se encontraba su madre, la Jáncana, que aún era más mala. Ante los alaridos de su hijo, preguntó:
– ¿Quién anda por ahí?
El Jáncanu le contestó:
– ¡Nadie, Nadie!
– Pues si no anda nadie, ¿por qué gritas tanto?
Ante tanto griterío, las cabras se espantaron dentro de la cueva y la Jáncana nuevamente preguntó:
– ¿Quién ha espantado el ganado?
El Jáncanu le volvió a contestar:
– ¡Nadie, Nadie!
A lo que su madre le respondió:
– Si nadie te espanta el ganado, ¿a qué viene tanto jaleo?
Se colocó el Jáncanu a la puerta de la cueva y empezó a sacar el ganado, para evitar que se hiciera daño. Al no ver nada, tocaba una por una las cabras que iban saliendo. Como era muy listo, el pastor mató rápidamente una cabra, le quitó la piel y se cubrió con ella. Cuando le tocó salir, el Jáncanu tocó con sus manos la piel de cabra que cubría al pastor y lo dejó salir, creyendo que era una de las cabras. El pastor salió corriendo, mientras se burlaba del Jáncanu. Éste enfurecido lo persiguió por unos riscos. El pastor consiguió atravesar de un salto un gran desnivel, pero el Jáncanu, al no ver nada, cayó hacia el fondo del precipicio, pero no se mató.”
 
La tienda de “El Encantu”
(Versión de Hermenegildo Martín)
 
“En la fuente La Bellota”, que tieni el agua limpia como un espejo, cuentan, que estu lo oí contal cientus de vecis, que estaba escondío un Encantu, que estaba allí escondío por una maldición que le habían echao. Esti Encantu, que pol la cuenta era un mozo bien plantao, dicin que era un príncipe, pues tenía pol costumbre ponel la mañana de San Juan, a la vera de la fuenti, una tienda de comerciante; la ponía antis de que el sol gloriara, que estaba como condenao a ponel todas las mañanas de San Juan esa tienda. ¡Mira tú quién iba a venil compral nada a esas horas! Bueno, pues así un año y otro año. Pero como siempri tieni que habel alguna que piqui en el cibiqui, pues una moza mu echá pa’lante, que había oídu contal que allí ponían una tienda con muchas cosas de oro y de plata, pues se levantó entre nochi y, pim pam, cogió el caminu y pa’llá que fue. Nada más que llegó, se espantó de vel cómo brillaba y rebrillaba aquella parti, que parecía que era de día y todavía no había salío el sol. Allí estaba la tienda y detrás del mostradol estaba El Encantu, que, como estaba encantao, era como un negro, como un moru, así como de esa raza y mu pocu agraciao. La moza se quedó pasmaíta con lo que allí había, que era
todu de oru y plata. Va y le dici El Encantu:
– ¿Qué es lo que más te gusta de la mi tienda? Dime: ¿de todu lo que ves, tantu de carne como de plata y oru, qué es lo que más te gusta?
Ella no sabía que descogel. Le gustaba una navaja que tenía las cachas como con piedras preciosas y la hoja brillaba más que el sol, pero aluegu se fijó en unas estijeras, que tenía los dediles de oro y las dos hojas de plata. Va ya ella y coge y dice:
– Lo que más me gustan son esas estijeras.
Entonces, El Encantu se enritó y dice:
– ¡Ah, las estijeritas de plata, pa que pronto te cortin con ellas el paño de la mortaja!
Empezó El Encantu a pegal alaríos y ella, muerta de mieo, cogió las estijeras y escapó corriendo. Daba muchas voces y decía:
– ¡Ay, ay, ay...! ¿Por qué no me pidirías a mí? ¡Ay, ay, ay..., qué otros cien años me han condenao a estal encantau aquí!
Pol la cuenta, ella llegó toda sofocaíta al pueblo, con una calentura mu grandi. Se metió en la cama y ya no se volvió a levantal. Y con las estijeras que traía le cortaron el paño de la mortaja. Así lo contaron y así te lo cuentu yo”.
 

Arroyo de Martinebrón.

Arroyo del Arca. Visto desde Peñalvo (Cabaloria).

Arroyo del Helechoso
(entre Arrolobo y Riomalo de Abajo).

  Arroyo del Servón (Valdelajeve).
Barranco del Robledo (Lagunilla).
Cascada en el Arroyo de la Hormigosa
(entre Riomalo de Abajo y Arrolobo).
Hurdes, Sierra de Horno, nevada.
  Ruinas de Martinebrón.
Arroyo del Servón.
Arroyo del Arca aguas abajo, visto desde Peñalvo.

Punto geodésico de Calamas.
 
Ruinas de Martinebrón.

Sierra de las Hurdes, vistas desde
(la Sierra de Lagunilla “Montes de Granadilla”).

Sierras de las Hurdes desde Calamas (Granadilla).

Subida a Calamas (Monte Granadilla).
  Valle del Ambroz, visto desde
el alto del Romeral (Granadilla).
Ruinas de Martinebrón.
Hurdes, Sierra de las Mestas.

El Cerro, Paraje de los Pozos.

El Cerro, Paraje de los Pozos.
El Cerro, Paraje de los Pozos.
El Cerro, Charca de la Cruz.

Fondo, Sierras de Hervás y La Garganta.
 
Desembocadura del Rio Hurdano,
desde los montes de Arrofranco.
El Rio Hurdano a su paso por
las Ruinas de Arrofranco.
Vista del Rio Hurdano desde el mirador
de Arrofranco.
Tramo del Rio Hurdano, entre Vegas de Coria
y Arrolobo.
Rio Los Ángeles, en su desembocadura en el Alagón.
Visto desde Las Costeras.
Montes de Granadilla, paraje de Cuatro Caminos.
Pueblo de Valdelamatanza.
Cuenca del Arroyo de Valdelamatanza.
Cumbre del Calvitero, con el circo de Hoyamoros.
Hervás y las montañas de Trasierra.
Sierras de Béjar, Candelario y
Circo de Hoyamoros.
Valle del Ambroz, visto desde el alto del
paraje de la Fuente la Víbora (Lagunilla).
 
Otra del valle del Ambroz desde el mismo lugar.
  En 1º lugar vaguada del arroyo del Risco,
en 2º valle de Hornacinos y al fondo
depresión del Valle del Ambroz, vistos
desde el alto de la Fuente de la Víbora.
Brumas en el alto del Pizarral, visto
desde el alto de las Calamas.
Meandro del Melero, en el Alagón
(Riomalo de Abajo).
Al fondo Vega Redonda y el Alto del Pardo
(Términos de Riomalo de Abajo y Sotoserrano).
Desembocadura del arroyo del Arca en el Alagón,
vista desde el Castañar de Matazara
(Riomalo de Abajo).

Montes de Martinebrón, vistos desde la Guina
(Riomalo de Abajo).
Hoya del arroyo de Diganzalez,
visto desde el paraje de las Caramas
(Sierra de Lagunilla “Monte de Granadilla”).
En 1º lugar a la derecha de la imagen
desembocadura del arroyo de Diganzalez
en el Alagón, y en 2º lugar y al fondo
desembocadura del arroyo Helechoso.
A la izquierda de la imagen desembocadura
del Rio Hurdano en el Alagón.
Visto desde donde las dos precedentes.
Otra más de la desembocadura del rio Hurdano.
(Esta vez vista desde el paraje de la dehesa
de Diganzalez “Montes de Granadilla).
Y otra más de la desembocadura del Hurdano.
 
Pueblo de La Pesga y desembocadura
en el Alagón del rio de los Ángeles.
Visto desde el paraje del arroyo Pascual
(Montes de Granadilla).
Tres pueblitos de las Hurdes el primero
en el fondo las Mestas y subiendo
hacia arriba Cabezo y Ladrillar,
vistos desde el pico de la Lenteja.
La Peña de Francia, vista desde el Alto de la Lenteja
(Sierra del Cordón).
Pico de la Orconera, visto desde el pico
de la Lenteja.
Otra como la anterior, vista desde el mismo lugar.
Embalse de Gabriel y Galán desde el pico
de la Lenteja.
En el fondo de la imagen el pueblito de Rebollosa,
visto desde el pico de la Lenteja.
 
 
 
 

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