Arroyo
de los Horcos (Lagunilla).
Paisajes Variados.
La siguiente exposición de imágenes, está basada en un recorrido por
los entornos de los montes que circundan el embalse de Gabriel y Galán, más
paisajes de las Hurdes, del valle del Ambroz, Hornacinos, el Cerro, Macizo del
Calvitero, con las sierras de Béjar y Candelario y algunas más. Con ellas
quiero que las personas que vean este reportaje, se hagan una idea, de la
inmensidad de los espacios naturales y silvestres que en cantidad de miles de
hectáreas, conforman esta parte de la cabecera del noreste de la provincia de
Cáceres y el sureste de la de Salamanca. Los montes se suceden del pino al
roble y de este al castaño, para descender hacia la dehesa en el valle del
Ambroz, entre estos podrán observar cómo se enclavan los pueblos de las
diferentes comarcas en armonía con ellos, como ha sido siempre a lo largo del
devenir de los tiempos. Espero que disfruten con ellas, como yo disfrute
realizándolas.
¡Ah! No crean que se me ha olvidado contarles en esta ocasión alguna
historia, faltaría más. Puesto que andamos por tierras de mucho misterio y
aparecidos como son las de las Hurdes, algo les relatare. Lo que no se si será,
sobre los seres mitológicos que pueblan estas tierras como el Machu Lanú, la
Encoruja, las Jáncanas, el Jáncanu o el Pelujáncanu, etc. O bien sobre las
hadas y duendes de los bosques, ya que por lo abundante de ellos es lugar
propicio para estos seres. Déjenme que me lo piense.
Después de cavilar un ratillo, he decidido que las historias de hoy se
basarán en:
EL JÁNCANU.
El Jáncanu de las Hurdes
es un cíclope, un ser gigantesco, de aspecto horrible y malas intenciones, con
un solo ojo en el centro de su frente. Vive en una cueva y se dedica a
pastorear ovejas y cabras. Un día, un pastor de la zona perdió su rebaño en el
monte. Como se le hacía de noche y sus cabras no aparecían, emprendió su
búsqueda. Escuchó los balidos de sus cabras y fue tras ellas. Resulta que sus
cabras se habían mezclado con las del Jáncanu, quien se las llevaba a su cueva.
El pastor consiguió agarrarse a los pelos de la barriga de un macho cabrío y
entrar en la cueva. Dentro de la cueva, el Jáncanu, mientras encendía una
antorcha, repitió varias veces:
– ¡Huele a carne humana!
El Jáncanu consiguió
atrapar al pastor y decidió que se lo comería. Mientras encendía una hoguera,
le dijo:
– Te voy a asar, pero
antes quiero saber cómo te llamas.
El pastor que era muy
listo, le dijo:
– Me llamo Nadie.
– Muy bien, Nadie. Me voy
a beber un pellejo de vino antes de asarte.
El Jáncanu se bebió tres
pellejos de vino. Con la borrachera se echó a dormir, lo que aprovechó el
pastor para coger un leño ardiendo y se lo metió por el único ojo que tenía el
Jáncanu, quien comenzó a lanzar unos terribles gritos de dolor. Más adentro de
la cueva se encontraba su madre, la Jáncana, que aún era más mala. Ante los
alaridos de su hijo, preguntó:
– ¿Quién anda por ahí?
El Jáncanu le contestó:
– ¡Nadie, Nadie!
– Pues si no anda nadie,
¿por qué gritas tanto?
Ante tanto griterío, las
cabras se espantaron dentro de la cueva y la Jáncana nuevamente preguntó:
– ¿Quién ha espantado el
ganado?
El Jáncanu le volvió a
contestar:
– ¡Nadie, Nadie!
A lo que su madre le
respondió:
– Si nadie te espanta el
ganado, ¿a qué viene tanto jaleo?
Se colocó el Jáncanu a la
puerta de la cueva y empezó a sacar el ganado, para evitar que se hiciera daño.
Al no ver nada, tocaba una por una las cabras que iban saliendo. Como era muy
listo, el pastor mató rápidamente una cabra, le quitó la piel y se cubrió con
ella. Cuando le tocó salir, el Jáncanu tocó con sus manos la piel de cabra que
cubría al pastor y lo dejó salir, creyendo que era una de las cabras. El pastor
salió corriendo, mientras se burlaba del Jáncanu. Éste enfurecido lo persiguió
por unos riscos. El pastor consiguió atravesar de un salto un gran desnivel,
pero el Jáncanu, al no ver nada, cayó hacia el fondo del precipicio, pero no se
mató.”
La tienda de “El Encantu”
(Versión
de Hermenegildo Martín)
“En la fuente La Bellota”, que
tieni el agua limpia como un espejo, cuentan, que estu lo oí contal cientus de
vecis, que estaba escondío un Encantu, que estaba allí escondío por una
maldición que le habían echao. Esti Encantu, que pol la cuenta era un mozo bien
plantao, dicin que era un príncipe, pues tenía pol costumbre ponel la mañana de
San Juan, a la vera de la fuenti, una tienda de comerciante; la ponía antis de
que el sol gloriara, que estaba como condenao a ponel todas las mañanas de San
Juan esa tienda. ¡Mira tú quién iba a venil compral nada a esas horas! Bueno,
pues así un año y otro año. Pero como siempri tieni que habel alguna que piqui
en el cibiqui, pues una moza mu echá pa’lante, que había oídu contal que allí
ponían una tienda con muchas cosas de oro y de plata, pues se levantó entre
nochi y, pim pam, cogió el caminu y pa’llá que fue. Nada más que llegó, se
espantó de vel cómo brillaba y rebrillaba aquella parti, que parecía que era de
día y todavía no había salío el sol. Allí estaba la tienda y detrás del
mostradol estaba El Encantu, que, como estaba encantao, era como un negro, como
un moru, así como de esa raza y mu pocu agraciao. La moza se quedó pasmaíta con
lo que allí había, que era
todu de oru y plata. Va y le
dici El Encantu:
– ¿Qué es lo que más te gusta
de la mi tienda? Dime: ¿de todu lo que ves, tantu de carne como de plata y oru,
qué es lo que más te gusta?
Ella no sabía que descogel. Le
gustaba una navaja que tenía las cachas como con piedras preciosas y la hoja
brillaba más que el sol, pero aluegu se fijó en unas estijeras, que tenía los dediles
de oro y las dos hojas de plata. Va ya ella y coge y dice:
– Lo que más me gustan son esas
estijeras.
Entonces, El Encantu se enritó
y dice:
– ¡Ah, las estijeritas de
plata, pa que pronto te cortin con ellas el paño de la mortaja!
Empezó El Encantu a pegal alaríos y ella, muerta de mieo, cogió las estijeras y escapó corriendo. Daba muchas voces y decía:
Empezó El Encantu a pegal alaríos y ella, muerta de mieo, cogió las estijeras y escapó corriendo. Daba muchas voces y decía:
– ¡Ay, ay, ay...! ¿Por qué no
me pidirías a mí? ¡Ay, ay, ay..., qué otros cien años me han condenao a estal
encantau aquí!
Pol la cuenta, ella llegó toda
sofocaíta al pueblo, con una calentura mu grandi. Se metió en la cama y ya no
se volvió a levantal. Y con las estijeras que traía le cortaron el paño de la
mortaja. Así lo contaron y así te lo cuentu yo”.
Arroyo
de Martinebrón.
Arroyo
del Arca. Visto desde Peñalvo (Cabaloria).
Arroyo
del Helechoso
(entre Arrolobo y Riomalo de Abajo).
Arroyo del Servón (Valdelajeve).
Barranco del Robledo (Lagunilla).
Cascada en el Arroyo de la Hormigosa
(entre
Riomalo de Abajo y Arrolobo).
Hurdes, Sierra de Horno, nevada.
Ruinas de Martinebrón.
Arroyo del Servón.
Arroyo
del Arca aguas abajo, visto desde Peñalvo.
Punto geodésico de Calamas.
Ruinas
de Martinebrón.
Sierra
de las Hurdes, vistas desde
(la Sierra de Lagunilla “Montes de Granadilla”).
Sierras
de las Hurdes desde Calamas (Granadilla).
Subida a Calamas (Monte Granadilla).
Valle del Ambroz, visto desde
el alto del
Romeral (Granadilla).
Ruinas de Martinebrón.
Hurdes,
Sierra de las Mestas.
El
Cerro, Paraje de los Pozos.
El Cerro, Paraje de los Pozos.
El Cerro, Paraje de los Pozos.
El
Cerro, Charca de la Cruz.
Fondo, Sierras de Hervás y La Garganta.
Desembocadura del Rio Hurdano,
desde los montes
de Arrofranco.
El Rio Hurdano a su paso por
las Ruinas de
Arrofranco.
Vista del Rio Hurdano desde el mirador
de
Arrofranco.
Tramo del Rio Hurdano, entre Vegas de Coria
y
Arrolobo.
Rio Los Ángeles, en su desembocadura en el
Alagón.
Visto desde Las Costeras.
Montes de Granadilla, paraje de Cuatro Caminos.
Pueblo de Valdelamatanza.
Cuenca del Arroyo de Valdelamatanza.
Cumbre del Calvitero, con el circo de Hoyamoros.
Hervás y las montañas de Trasierra.
Sierras de Béjar, Candelario y
Circo de
Hoyamoros.
Valle del Ambroz, visto desde el alto del
paraje
de la Fuente la Víbora (Lagunilla).
Otra del valle del Ambroz desde el mismo lugar.
En 1º lugar vaguada del arroyo del Risco,
en 2º
valle de Hornacinos y al fondo
depresión del Valle del Ambroz, vistos
desde el
alto de la Fuente de la Víbora.
Brumas en el alto del Pizarral, visto
desde el
alto de las Calamas.
Meandro del Melero, en el Alagón
(Riomalo de
Abajo).
Al fondo Vega Redonda y el Alto del Pardo
(Términos de Riomalo de Abajo y Sotoserrano).
Desembocadura
del arroyo del Arca en el Alagón,
vista desde el Castañar de Matazara
(Riomalo
de Abajo).
Montes de Martinebrón, vistos desde la Guina
(Riomalo de Abajo).
Hoya del arroyo de Diganzalez,
visto desde el
paraje de las Caramas
(Sierra de Lagunilla “Monte de Granadilla”).
En 1º lugar a la derecha de la imagen
desembocadura del arroyo de Diganzalez
en el Alagón, y en 2º lugar y al fondo
desembocadura del arroyo Helechoso.
A la izquierda de la imagen desembocadura
del
Rio Hurdano en el Alagón.
Visto desde donde las dos precedentes.
Otra más de la desembocadura del rio Hurdano.
(Esta vez vista desde el paraje de la dehesa
de Diganzalez “Montes de Granadilla).
Y otra
más de la desembocadura del Hurdano.
Pueblo de La Pesga y desembocadura
en el Alagón
del rio de los Ángeles.
Visto desde el paraje del arroyo Pascual
(Montes de Granadilla).
Tres pueblitos de las Hurdes el primero
en el
fondo las Mestas y subiendo
hacia arriba Cabezo y Ladrillar,
vistos desde el
pico de la Lenteja.
La Peña de Francia, vista desde el Alto de la
Lenteja
(Sierra del Cordón).
Pico de la Orconera, visto desde el pico
de la
Lenteja.
Otra como la anterior, vista desde el mismo
lugar.
Embalse de Gabriel y Galán desde el pico
de la
Lenteja.
En el
fondo de la imagen el pueblito de Rebollosa,
visto desde el pico de la Lenteja.
No hay comentarios:
Publicar un comentario