Comenzamos nuestro andar
desde el Guijo
observando la ventisca.
El domingo día 28 de abril de 2013, realizamos la ruta siguiente:
Guijo de Santa Bárbara-Refugio de las Nieves-El Pareón-Refugio del Brezal-Losar
de la Vera. Dicha ruta discurre por unos parajes de alta montaña maravillosos,
siendo su dificultad un poco alta, aunque para el que no quisiera hacerla de
esta manera había otra opción, en la cual no hacía falta ascender al Pareón.
Pero de cualquiera de las dos formas el disfrute estaba garantizado. Con lo
único que no contábamos para esta actividad fue con un invitado, que nos
recibió en la montaña con enorme fuerza. Este no era otro que nuestro amigo el
Viento, el cual nos estuvo soplando toda la jornada, además con implacable insistencia
y fuerza. Por dicho motivo el día estuvo de los de nominados de Perros. Pero aún
así disfrutamos delo lindo tanto los que hicieron el camino más corto, como los
que realizamos el más largo. Simplemente con contemplar las imponentes sierras,
con las ventiscas que azotaban sus cumbres, ya merecía la pena el soportal el
duro vendaval con sus bajas temperaturas.
Al discurrir hoy nuestra actividad por
el vello marco de la comarca de la Vera no puede ser de otra forma, que dedique
unas palabras a su más destacado producto el cual no es otro que su magnífico
pimentón. De este producto se cuenta lo que sigue:
El Pimentón el oro rojo de la Vera.
El pimiento, del que se
extrae el pimentón, tiene su origen botánico en el área Perú-Bolivia, desde
donde se extendió a América Central y Meridional. En efecto, cáscaras de
pimiento encontradas en tumbas de Perú, datan de hace más de 2000 años. Era un
alimento básico para los aborígenes americanos, con diferentes usos culinarios,
en función de las variedades de que se tratara. Cristóbal Colón trajo la planta
a España en su tercer viaje, en 1493, considerando al pimentón posible
sustituto de la pimienta que se importaba de Oriente (García París, 1991).
Las primeras noticias sobre este cultivo en la provincia de Cáceres datan de finales del S. XV. Fue iniciado por los frailes Jerónimos del Monasterio de Guadalupe, así llegó hasta el Monasterio de Yuste (Cuacos de Yuste), desde donde se trasladó a Murcia a través del convento de esta Orden en La Ñora. (Zapata et al., 1992)
Quedaron así definidas las dos zonas más importantes de
España en cuanto a la producción de pimentón: La Vera en Cáceres y la Huerta de
Murcia, aunque el pimentón de cada una de ellas es diferente por los distintos
sistemas de deshidratación.
Los Interrogatorios de la Real Audiencia de Extremadura, en 1753, citan al pimiento entre los cultivos principales, en Jaraíz de la Vera, se dice, la fanega de pimiento se pagaba a doce reales. En los Interrogatorios de 1791, se vuelve a citar el pimiento entre los principales productos, junto al aceite, castañas, seda e higos.
Los Interrogatorios de la Real Audiencia de Extremadura, en 1753, citan al pimiento entre los cultivos principales, en Jaraíz de la Vera, se dice, la fanega de pimiento se pagaba a doce reales. En los Interrogatorios de 1791, se vuelve a citar el pimiento entre los principales productos, junto al aceite, castañas, seda e higos.
A mediados del S. XVIII se producían en La Vera 1.000
arrobas de pimentón, superándose las 3.000 arrobas en 1791 según el Catastro de
Ensenada, al incrementarse la superficie de este cultivo debido a la epidemia
que asoló al castaño. Este incremento del cultivo tuvo consecuencias
importantes para La Vera: se paliaron parte de las pérdidas ocasionadas por la
epidemia del castañar, y se inició la industria chacinera, basada en el
pimentón, esencial para la alimentación de la población verata. Además de para
la alimentación familiar, se exportaba a otras provincias. Así se difunde la
calidad del Pimentón de La Vera y se hace imprescindible su utilización en
industrias chacineras de toda España.
El cultivo se asienta definitivamente a mediados del S.
XVIII, en pequeños bancales en la margen derecha del río Tiétar, en los
llamados linares, sustituyendo al cultivo del lino. Continuó su expansión
durante el S. XIX, hasta convertirse en el cultivo que revolucionará el agro de
la comarca a finales de siglo, desplazando a otros productos tradicionales en
La Vera: el lino y la seda, ya que la industria textil artesanal no pudo
competir con la moderna industria catalana. A principios del S. XIX La Vera era
ya una importante zona productora; así lo confirma el Conde de Canilleros:
"Jaraíz, es hoy, uno de los primeros centros de pimentón". (J. V.
Serradilla. 1998),
En el Diccionario Enciclopédico de Agricultura, Ganadería e Industrias Rurales, de 1889, aparece el vocablo "pimentón", donde se habla extensamente de este producto en el mundo y sus técnicas de obtención. De la calidad del pimentón de La Vera dice "...pero en La Vera de Plasencia, que hoy produce el mejor pimentón de España, y hace grande empeño en mejorar su preparación, se aplican pimientos no muy largos, delgados, puntiagudos, picantes y de poco corazón....". La fuerte demanda extendió el cultivo, pasando a ocupar muchas tierras dedicadas a pastos, antiguas propiedades de la Iglesia y de los Bienes Propios de los Municipios, que pasaron a propiedad vecinal por las leyes de desamortización. Estas tierras se regaban con agua de las gargantas, posteriormente se crean regadíos en la margen derecha del Tiétar, ampliados mas tarde a la izquierda, al construirse el pantano del Rosarito, extendiéndose el cultivo del pimiento hasta el Campo Arañuelo.
El desarrollo del cultivo sembró de secaderos a La Vera,
elemento imprescindible para elaborar el pimentón. Se construían en las
explotaciones agrícolas. A lo largo de la historia de La Vera, ha sido el
edificio rural más emblemático y característico del paisaje. (Sánchez López,
1999).
La extensión del regadío propició grandes explotaciones
con el sistema del medierismo: el propietario parcelaba la tierra y distribuía
las parcelas entre los medieros, que las cultivaban con ayuda de sus familias.
En este sistema medieval de explotación de la tierra, el propietario corría con
los gastos fijos y la mitad de los insumos (pesticidas, leña, etc.) y el
mediero se hacía cargo de la explotación de la parcela con la mano de obra y la
otra mitad de los insumos necesarios. Los beneficios obtenidos se repartían al
cincuenta por ciento entre propietario y mediero, en el mejor de los casos.
Las profundas modificaciones del sector agrario en La
Vera, a finales del S. XX, afectaron a sistemas de cultivo y mecanización,
además de al régimen de explotación de la tierra y a las estructuras de la
propiedad, desapareciendo el medierismo. Actualmente, muchas de las
explotaciones están dirigidas o asesoradas por técnicos cualificados.
Tras el secado, el pimiento se machacaba en el mismo
secadero con pisones de madera. Cuando aumentó la demanda, los agricultores
empezaron a utilizar molinos hidráulicos de cereales que jalonaban las
gargantas de La Vera. Su transporte se hacía en sacos (maquilones),
equivalentes a 80 Kg. de pimiento.
Estos molinos quedaron en desuso con la electricidad y la
instalación de la primera central hidroeléctrica de La Vera, en el término de
Losar de la Vera. Cuando los pueblos veratos contaron con corriente eléctrica,
se modernizó y desarrolló la industria pimentonera, hasta llegar a ser la
primera industria de la comarca.
Pero no crean ustedes, que por
que en esta ocasión no les cuente alguna historia de por estos lares, no existan
historias y leyendas. Nada más lejos de
la realidad. La comarca de la Vera es rica en estas historias muestra de ello
es el extenso repertorio que sobre esto existe en el acervo popular. Y sobre todo en lo concernientes a duendes.
Dicen que los duendes, aunque no se lo crean, recorren con sus cortas piernas
toda Extremadura.
Aparecen en Las Hurdes
y en La
Serena, en la comarca de La Vera, y en el Valle
del
Ambroz, en Trujillo y en Badajoz.
En la
comarca de La Vera los duendes imponían
juramentos que de no cumplirse acarreaban la infertilidad a las
mujeres. Estos duendes han sido vistos e incluso
se cuenta que a principios del siglo XX varios
vecinos persiguieron a uno de ellos, en Garganta
la
Olla, en el paraje
de
San Martín cuando impuesto el juramento a una mujer, intentaron
acabar con él para evitar la maldición. Estos
duendes veratos
miden unos 40 centímetros de altura, tienen un color verde
especialmente brillante por la noche y cuando es descubierto huye muy rápidamente a cuatro patas, y
en zig-zag.
Tienen pinta de ser parientes de los
“Frailecillo”
de los que Publio Hurtado ya
nos habla en 1902, unos duendes que se iluminan con lucecitas verdosas o
violáceas, se cuelan por las cerraduras y
pellizcan en los ojos a la gente mientras
duermen, cortan apéndices con navajas barberas y
te cosen el culo si te descuidas.
Y
encima no hay fuerza humana que los eche de la casa, porque
pesan como si estuvieran rellenos de plomo, y cuando se escarranchan sobre una persona, la inmovilizan totalmente.
Otras historias existen también
en estos pueblos como la que se tiene como tradición en el pueblo de Losar,
esta es la del Manolo. Sobre esto algunos especialistas en estas tramas dicen
lo siguiente:
Hace miles de años, cuando éramos romanos, celebrábamos en estas fechas,
del 15 al 27 de marzo, las fiestas en honor de Attis, durante las que se reproducían los actos principales de la
vida de este dios-hombre: nacimiento, emasculación, muerte y resurrección. Probablemente,
aún antes, ya festejábamos la resurrección de la naturaleza y la llegada de la
primavera y la fertilidad por estas tierras, y hoy en día, a pesar del paso del
tiempo y de la historia, aún podemos descubrir, a poco que nos esforcemos,
retazos poco ocultos de estos ritos. Aunque hoy le hemos negado el elegante
nombre de Attis y lo llamamos, más cercanamente, Manolo,
Morcillo, Peropalo o simplemente “compadre”. Es lo que tiene conocernos desde hace tantos siglos,
que se coge confianza. Manolo es
un pelele de Losar de la Vera que
es privado de sus atributos varoniles. No es gratuito ni lo escribo para
ponerles mal cuerpo, que todo tiene su razón de ser. Afirma el investigador Dominguez Moreno que existe una similitud entre esta fiesta y la
castración de Attis. Sus
festivales se desarrollaban al inicio de la primavera y en ellos se lloraba la
muerte y se festejaba la resurrección de esta deidad frigia de la vegetación.
En el llamado “Día de la sangre” los novicios se cortaban los testículos y los
lanzaban contra la diosa Cibeles,
la madre/amante de Attis. Estos
elementos eran recogidos, empaquetados y enterrados, ya que se consideraban
eficaces para llamar a la vida al dios y acelerar el renacimiento de la
naturaleza. Esa misma noche “resucitaba” la efigie enterrada. La emasculación
de Manolo, la supuesta sangre
derramada y la manipulación de sus arrancados órganos viriles debieron tener
como fin el vigorizar a la naturaleza para su renacimiento primaveral.
Pero sobre esto y otras cosas ya comentare en otra ocasión. Porque ahora
sin más dilación, paso a exponerles las fotografías tomadas.
Cuenca
de la Garganta Jaranda.
Panorámica
del pequeño refugio de las Nieves.
Contemplando el ganado.
Ha
este compañero y otro más por descuido nuestro,
les dejamos abandonados en el
pueblo
del Losar de la Vera.
Imagen
de algunos pueblos Veratos.
Una de pose.
Subiendo hacia el refugio.
Otra más.
Fuente
en el refugio de las Nieves.
Otra de ella.
El fuerte viento casi te hacia despegar del suelo.
Y sino observen como se esforzaban el
par de
pollos para que esto no ocurriese.
Panorámica.
Subida hacia el Pareón,
al cual se le divisa al
fondo de la imagen.
Con
esfuerzo todo se consigue.
Ya le
tenemos al alcance.
Jorge y Alfonso.
Jorge
en él.
Julio Cesar en sus últimos metros.
Al abrigo que el Pareón nos daba.
Panorámica tomada desde este.
El que
cuenta la película.
Por la otra vertiente del Pareón,
que es el que
esta justamente por encima del grupo,
y del cual desciende una línea pétrea.
Panorámica
con ventisca.
Olga y
Jorge al abrigo de un vivaz.
Final del emboscado descenso que realizamos
hasta volver a coger el antiguo camino
que sube desde el refugio del Brezo.
Panorámica.
Refugio
del Brezo.
Interior de este.
Reponiendo fuerzas en él.
Comenzamos a bajar desde el refugio
al pueblo
del Losar.
Antiguo chozo de pastores.
Otra de Jorge
De nuevo nos azota la ventisca.
Bonita cascada.
Otra más de ella.
Llegada al pueblo del Losar.
Y esta fue la ganadora del día “El Emboscado”
¿No creen ustedes que se debería limpiar un poquito el camino?