lunes, 29 de abril de 2013

Guijo de Santa Bárbara-Losar de la Vera. 28-04-2013

Comenzamos nuestro andar
desde el Guijo observando la ventisca.
 
 
El domingo día 28 de abril de 2013, realizamos la ruta siguiente: Guijo de Santa Bárbara-Refugio de las Nieves-El Pareón-Refugio del Brezal-Losar de la Vera. Dicha ruta discurre por unos parajes de alta montaña maravillosos, siendo su dificultad un poco alta, aunque para el que no quisiera hacerla de esta manera había otra opción, en la cual no hacía falta ascender al Pareón. Pero de cualquiera de las dos formas el disfrute estaba garantizado. Con lo único que no contábamos para esta actividad fue con un invitado, que nos recibió en la montaña con enorme fuerza. Este no era otro que nuestro amigo el Viento, el cual nos estuvo soplando toda la jornada, además con implacable insistencia y fuerza. Por dicho motivo el día estuvo de los de nominados de Perros. Pero aún así disfrutamos delo lindo tanto los que hicieron el camino más corto, como los que realizamos el más largo. Simplemente con contemplar las imponentes sierras, con las ventiscas que azotaban sus cumbres, ya merecía la pena el soportal el duro vendaval con sus bajas temperaturas.
 
Al discurrir hoy nuestra actividad por  el vello marco de la comarca de la Vera no puede ser de otra forma, que dedique unas palabras a su más destacado producto el cual no es otro que su magnífico pimentón. De este producto se cuenta lo que sigue:
 
El Pimentón el oro rojo de la Vera.
 
El pimiento, del que se extrae el pimentón, tiene su origen botánico en el área Perú-Bolivia, desde donde se extendió a América Central y Meridional. En efecto, cáscaras de pimiento encontradas en tumbas de Perú, datan de hace más de 2000 años. Era un alimento básico para los aborígenes americanos, con diferentes usos culinarios, en función de las variedades de que se tratara. Cristóbal Colón trajo la planta a España en su tercer viaje, en 1493, considerando al pimentón posible sustituto de la pimienta que se importaba de Oriente (García París, 1991).

Las primeras noticias sobre este cultivo en la provincia de Cáceres datan de finales del S. XV. Fue iniciado por los frailes Jerónimos del Monasterio de Guadalupe, así llegó hasta el Monasterio de Yuste (Cuacos de Yuste), desde donde se trasladó a Murcia a través del convento de esta Orden en La Ñora. (Zapata et al., 1992)
Quedaron así definidas las dos zonas más importantes de España en cuanto a la producción de pimentón: La Vera en Cáceres y la Huerta de Murcia, aunque el pimentón de cada una de ellas es diferente por los distintos sistemas de deshidratación.
Los Interrogatorios de la Real Audiencia de Extremadura, en 1753, citan al pimiento entre los cultivos principales, en Jaraíz de la Vera, se dice, la fanega de pimiento se pagaba a doce reales. En los Interrogatorios de 1791, se vuelve a citar el pimiento entre los principales productos, junto al aceite, castañas, seda e higos.
A mediados del S. XVIII se producían en La Vera 1.000 arrobas de pimentón, superándose las 3.000 arrobas en 1791 según el Catastro de Ensenada, al incrementarse la superficie de este cultivo debido a la epidemia que asoló al castaño. Este incremento del cultivo tuvo consecuencias importantes para La Vera: se paliaron parte de las pérdidas ocasionadas por la epidemia del castañar, y se inició la industria chacinera, basada en el pimentón, esencial para la alimentación de la población verata. Además de para la alimentación familiar, se exportaba a otras provincias. Así se difunde la calidad del Pimentón de La Vera y se hace imprescindible su utilización en industrias chacineras de toda España.
El cultivo se asienta definitivamente a mediados del S. XVIII, en pequeños bancales en la margen derecha del río Tiétar, en los llamados linares, sustituyendo al cultivo del lino. Continuó su expansión durante el S. XIX, hasta convertirse en el cultivo que revolucionará el agro de la comarca a finales de siglo, desplazando a otros productos tradicionales en La Vera: el lino y la seda, ya que la industria textil artesanal no pudo competir con la moderna industria catalana. A principios del S. XIX La Vera era ya una importante zona productora; así lo confirma el Conde de Canilleros: "Jaraíz, es hoy, uno de los primeros centros de pimentón". (J. V. Serradilla. 1998),

En el Diccionario Enciclopédico de Agricultura, Ganadería e Industrias Rurales, de 1889, aparece el vocablo "pimentón", donde se habla extensamente de este producto en el mundo y sus técnicas de obtención. De la calidad del pimentón de La Vera dice "...pero en La Vera de Plasencia, que hoy produce el mejor pimentón de España, y hace grande empeño en mejorar su preparación, se aplican pimientos no muy largos, delgados, puntiagudos, picantes y de poco corazón....". La fuerte demanda extendió el cultivo, pasando a ocupar muchas tierras dedicadas a pastos, antiguas propiedades de la Iglesia y de los Bienes Propios de los Municipios, que pasaron a propiedad vecinal por las leyes de desamortización. Estas tierras se regaban con agua de las gargantas, posteriormente se crean regadíos en la margen derecha del Tiétar, ampliados mas tarde a la izquierda, al construirse el pantano del Rosarito, extendiéndose el cultivo del pimiento hasta el Campo Arañuelo.
El desarrollo del cultivo sembró de secaderos a La Vera, elemento imprescindible para elaborar el pimentón. Se construían en las explotaciones agrícolas. A lo largo de la historia de La Vera, ha sido el edificio rural más emblemático y característico del paisaje. (Sánchez López, 1999).
La extensión del regadío propició grandes explotaciones con el sistema del medierismo: el propietario parcelaba la tierra y distribuía las parcelas entre los medieros, que las cultivaban con ayuda de sus familias. En este sistema medieval de explotación de la tierra, el propietario corría con los gastos fijos y la mitad de los insumos (pesticidas, leña, etc.) y el mediero se hacía cargo de la explotación de la parcela con la mano de obra y la otra mitad de los insumos necesarios. Los beneficios obtenidos se repartían al cincuenta por ciento entre propietario y mediero, en el mejor de los casos.
Las profundas modificaciones del sector agrario en La Vera, a finales del S. XX, afectaron a sistemas de cultivo y mecanización, además de al régimen de explotación de la tierra y a las estructuras de la propiedad, desapareciendo el medierismo. Actualmente, muchas de las explotaciones están dirigidas o asesoradas por técnicos cualificados.
Tras el secado, el pimiento se machacaba en el mismo secadero con pisones de madera. Cuando aumentó la demanda, los agricultores empezaron a utilizar molinos hidráulicos de cereales que jalonaban las gargantas de La Vera. Su transporte se hacía en sacos (maquilones), equivalentes a 80 Kg. de pimiento.
Estos molinos quedaron en desuso con la electricidad y la instalación de la primera central hidroeléctrica de La Vera, en el término de Losar de la Vera. Cuando los pueblos veratos contaron con corriente eléctrica, se modernizó y desarrolló la industria pimentonera, hasta llegar a ser la primera industria de la comarca.
Pero no crean ustedes, que por que en esta ocasión no les cuente alguna historia de por estos lares, no existan historias  y leyendas. Nada más lejos de la realidad. La comarca de la Vera es rica en estas historias muestra de ello es el extenso repertorio que sobre esto existe en el acervo popular.  Y sobre todo en lo concernientes a duendes. Dicen que los duendes, aunque no se lo crean, recorren con sus cortas piernas toda Extremadura. Aparecen en Las Hurdes y en La Serena, en la comarca de La Vera, y en el Valle del Ambroz, en Trujillo y en Badajoz.
En la comarca de La Vera los duendes imponían juramentos que de no cumplirse acarreaban la infertilidad a las mujeres. Estos duendes han sido vistos e incluso se cuenta que a principios del siglo XX varios vecinos persiguieron a uno de ellos, en Garganta la Olla, en el paraje de San Martín cuando impuesto el juramento a una mujer, intentaron acabar con él para evitar la maldición. Estos duendes veratos miden unos 40 centímetros de altura, tienen un color verde especialmente brillante por la noche y cuando es descubierto huye muy rápidamente a cuatro patas, y en zig-zag.
Tienen pinta de ser parientes de los “Frailecillo” de los que Publio Hurtado ya nos habla en 1902, unos duendes que se iluminan con lucecitas verdosas o violáceas, se cuelan por las cerraduras y pellizcan en los ojos a la gente mientras duermen, cortan apéndices con navajas barberas y te cosen el culo si te descuidas.
Y encima no hay fuerza humana que los eche de la casa, porque pesan como si estuvieran rellenos de plomo, y cuando se escarranchan sobre una persona, la inmovilizan totalmente.
Otras historias existen también en estos pueblos como la que se tiene como tradición en el pueblo de Losar, esta es la del Manolo. Sobre esto algunos especialistas en estas tramas dicen lo siguiente:
Hace miles de años, cuando éramos romanos, celebrábamos en estas fechas, del 15 al 27 de marzo, las fiestas en honor de Attis, durante las que se reproducían los actos principales de la vida de este dios-hombre: nacimiento, emasculación, muerte y resurrección. Probablemente, aún antes, ya festejábamos la resurrección de la naturaleza y la llegada de la primavera y la fertilidad por estas tierras, y hoy en día, a pesar del paso del tiempo y de la historia, aún podemos descubrir, a poco que nos esforcemos, retazos poco ocultos de estos ritos. Aunque hoy le hemos negado el elegante nombre de Attis y lo llamamos, más cercanamente, Manolo, Morcillo, Peropalo o simplemente “compadre”. Es lo que tiene conocernos desde hace tantos siglos, que se coge confianza. Manolo es un pelele de Losar de la Vera que es privado de sus atributos varoniles. No es gratuito ni lo escribo para ponerles mal cuerpo, que todo tiene su razón de ser. Afirma el investigador Dominguez Moreno que existe una similitud entre esta fiesta y la castración de Attis. Sus festivales se desarrollaban al inicio de la primavera y en ellos se lloraba la muerte y se festejaba la resurrección de esta deidad frigia de la vegetación. En el llamado “Día de la sangre” los novicios se cortaban los testículos y los lanzaban contra la diosa Cibeles, la madre/amante de Attis. Estos elementos eran recogidos, empaquetados y enterrados, ya que se consideraban eficaces para llamar a la vida al dios y acelerar el renacimiento de la naturaleza. Esa misma noche “resucitaba” la efigie enterrada. La emasculación de Manolo, la supuesta sangre derramada y la manipulación de sus arrancados órganos viriles debieron tener como fin el vigorizar a la naturaleza para su renacimiento primaveral.
Pero sobre esto y otras cosas ya comentare en otra ocasión. Porque ahora sin más dilación, paso a exponerles las fotografías tomadas.

Cuenca de la Garganta Jaranda.

Panorámica del pequeño refugio de las Nieves.

Contemplando el ganado.
Ha este compañero y otro más por descuido nuestro,
les dejamos abandonados en el pueblo
del Losar de la Vera.

Imagen de algunos pueblos Veratos.

Una de pose.
Subiendo hacia el refugio.
 
Otra más.
Fuente en el refugio de las Nieves.

Otra de ella.
El fuerte viento casi te hacia despegar del suelo.
Y sino observen como se esforzaban el
par de pollos para que esto no ocurriese.
Panorámica.
Subida hacia el Pareón,
al cual se le divisa al fondo de la imagen.
Con esfuerzo todo se consigue.

Ya le tenemos al alcance.

  Jorge y Alfonso.
Jorge en él.

Julio Cesar en sus últimos metros.
Al abrigo que el Pareón nos daba.
Panorámica tomada desde este.
El que cuenta la película.

Por la otra vertiente del Pareón,
que es el que esta justamente por encima del grupo,
y del cual desciende una línea pétrea.
Panorámica con ventisca.

Olga y Jorge al abrigo de un vivaz.

Final del emboscado descenso que realizamos
hasta volver a coger el antiguo camino
que sube desde el refugio del Brezo.
Panorámica.
Refugio del Brezo.

Interior de este.
  Reponiendo fuerzas en él.
Comenzamos a bajar desde el refugio
 al pueblo del Losar.
Antiguo chozo de pastores.
  Otra de Jorge
De nuevo nos azota la ventisca.
  Bonita cascada.
Otra más de ella.
Llegada al pueblo del Losar.
Y esta fue la ganadora del día “El Emboscado”
¿No creen ustedes que se debería limpiar un poquito el camino?
 
 
 

lunes, 15 de abril de 2013

Plataforma del Travieso - Becedas. 14-04-2013

Preparándonos para comenzar.
 
 
 
Lo primero que quiero reflejar antes de continuar con la exposición de esta ruta, es mi más sincero y profundo agradecimiento a todos los que  participaron en esta actividad. Por el  apoyo y la ayuda que me prestaron  en los malos momentos por los que pase. Para todos como he dicho y de verdad que de corazón  MUCHAS GRACIAS. 
Y después de este agradecimiento, no estaría bien por mi parte, el no pediros disculpas por todas las molestias que pude originaros. Por ellas sinceramente os pido que me disculpéis, no fue mi intención el ocasionarlas.
Y una vez cumplido con lo que sinceramente creo que debía de hacer, continuare con  la exposición de la bonita actividad que realizamos este domingo de Abril.
Consistió esta: en partiendo desde la primera plataforma de Candelario, subir a los llanos del Calvitero, para desde aquí dirigirnos al Canchal negro, desde done descenderíamos hasta Peña Negra de Beceda, y desde este punto partiríamos al pueblecito de Beceda, donde daríamos por terminada nuestra actividad. En todo el trayecto el tiempo nos acompaño, ya que tuvimos un bonito día de primavera, el único inconveniente que tuvimos si así se le puede denominar, fue el viento que nos estuvo acompañando hasta llegar a Peña Negra de Beceda. Muestra de ello, serán las fotografías que un poco mas delante de estas letras, le mostrare. Pero como por mi parte tengo por costumbre, déjenme que les relate una interesante leyenda de las muchas que circulan por las tierras de Ávila, en esta ocasión se trata de:
 
La Venganza de Nalvillos
Sabido es que cuando Alfonso VI hubo de huir del territorio castellano, encontró hospitalidad y ayuda en Toledo, cuyo rey moro Al-Mamún le atendió con generosidad y le proporcionó todas las comodidades posibles, atendiéndole como a un hermano. Al fin, cuando los mensajeros de doña Urraca llegaron a Toledo con la noticia de que Sancho había muerto en el cerco de Zamora, Alfonso se dispuso a volver. Muchos extremos de amistad hicieron ambos príncipes, el moro y el cristiano, al despedirse. Y Alfonso, queriendo corresponder a la hospitalidad de Al-Mamún, le ofreció que la bella Alá-Galiana, sobrina del Rey, fuese a los Estados cristianos a recibir allí los dones de la educación. Al-Mamún aceptó agradecido, y, así, partió Alfonso hacia Castilla. Poco tiempo después la dama mora llegó a los Estados cristianos, acompañada por don Fernando de Lago, que con una lucida escolta daba guardia y honor a Galiana. En Ávila los esperaban los hijos de Alfonso VI, doña Urraca y don Raimundo de Borgoña, los cuales quedaron admirados al ver la galanura y discreción de Galiana. Una vez restauradas las fuerzas de los expedicionarios, salieron de nuevo, ahora hacia Galicia, acompañados por los mismos Condes. Al llegar a las hermosas tierras gallegas, Galiana, que conocía ya las verdades de la religión cristiana, aconsejada por los Condes, abrazó la santa fe de Cristo. Durante las fiestas, llenas de animación y color, que siguieron a la ceremonia del bautismo de la bellísima mora, Galiana, que había tomado el nombre de Urraca, recibió el constante homenaje de los jóvenes más distinguidos de la nobleza cristiana. Uno de éstos se distinguió sobre todos en manifestar la gran atracción que sentía por la princesa. Era Nalvillos Blázquez, el cual en los combates fronteros había alcanzado gran renombre por su heroicidad frente al enemigo. Pasados aquellos días, hizo todo lo que en su mano estuvo para ver continuamente a Galiana, hasta que al fin, en una ocasión, pidió ver al Conde, y siendo recibido por éste, le solicitó la venia para contraer matrimonio con la hermosa mora. El Conde prometió enviar mensajeros al Rey para pedir su autorización.
Cuando los correos llevaron las cartas del conde don Raimundo a Alfonso VI, éste al leer el deseo de Nalvillos Blázquez, quedó perplejo. No hacía mucho tiempo había determinado que Galiana fuese dada en matrimonio a un gallardo guerrero moro que estaba a su servicio y a quien le había concedido numerosas donaciones de tierras a orillas del Tajo, cerca de Talavera. El moro había aceptado con gran alegría, pues amaba con ternura a la princesa desde sus años niños, y era correspondido por ella en secreto. Se presentaba, pues, un dilema difícil de resolver a Alfonso; pero al fin pesó en su ánimo la conveniencia de satisfacer a un caballero tan noble, y que tantos heroicos servicios le rindiera, como Nalvillos Blázquez. Y así, dictó un mensaje para el Conde, en el cual daba su venia para el proyectado enlace, y al mismo tiempo otro para Jezmin­Yahia, que así se llamaba el amado de Galiana, para que quedase en sus tierras, diciéndole que por razones de gobierno se había visto forzado a revocar su promesa y a dar a Galiana en matrimonio a Nalvillos Blázquez.
Celebráronse las bodas de Nalvillos con Galiana, mientras que Jezmin, lleno de desesperación y rencor, prometía tomar cumplida venganza, aunque acallara de momento su rencor. Y así, cuando un día Nalvillos hubo de ir a Talavera a ciertos asuntos de la hacienda de su mujer, fue recibido por el guerrero musulmán con franca hospitalidad, y hasta se mostró tan generoso con Nalvillos, que éste, para corresponder, le invitó a las fiestas que iban a tener lugar en Ávila para solemnizar las bodas de Arias Galindo, antigua prometida de Nalvillos, con el hermano de éste, enlace que se celebraba para remediar el desaire cometido por el noble al preferir a Galiana.
Se celebraron las bodas y las fiestas. En las afueras de la muralla se alzaron tablados, se cercó una gran explanada para las justas y se dispuso la celebración de corridas. La animación y el bullicio eran indescriptibles. Ante las voces de aliento o de burla, los caballeros derribaban los tablados, mostrando la fuerza de su brazo y su habilidad; lanzaban al vuelo los escuadrones de sus aves de cetrería, y los juglares cantaban en las plazas las hazañas de sus señores. Al fin llegó la tarde de las justas. Alrededor del terreno se habían alzado bancos y tribunas en donde tomó asiento toda la aristocracia de Ávila. En lugar de honor estaban los Condes y Galiana, así como los nuevos esposos. Comenzó el torneo entre el sonar armonioso de los clarines, las voces de aliento de los partidarios de cada caballero, y el griterío del pueblo, que en la barrera opuesta al estrado en donde se encontraban los noble se agolpaban alegremente.
Tras los combates por cuadrillas llegaron las luchas de caballero contra caballero. El interés de todo estaba centrado en el que habría de tener lugar entre Nalvillos y Jezmin. Magníficamente vestidos y con sus caballos ricamente enjaezados, salieron los dos campeones a la palestra. Se dispusieron a la distancia que les fue señalada por los maestres de campo y se lanzaron uno contra otro con todo el impulso de sus briosos corceles. Las lanzas saltaron hechas astillas, sin que ninguno de los dos caballeros se moviese del arzón. De nuevo volvieron al punto de partida, y tomando nuevas lanzas, se arrojaron al encuentro a todo galope. Esta vez la suerte favoreció al cristiano, y Jezmin fue arrojado de su silla, entre el griterío del público. Pero Galiana, en ese mismo momento, sintió renacer la vieja afición a Jezmin, y profiriendo un grito de angustia, cayó desmayada. Sin embargo Jezmin no había sufrido físicamente nada, y sólo su espíritu estaba irritado y turbado por la ira, considerando amargamente que había sido vencido de nuevo por su rival, y de nuevo también por una suerte adversa, ya que su caída del caballo la atribuía a debilidad de su corcel. Aquella noche se había retirado a su mansión, con pretexto de curar de sus magulladuras, cuando un paje entró con un mensaje de Galiana. Ella le pedía que fuese cerca de su ventana, ya de madrugada. Jezmin sintió lleno de esperanza su corazón y se dispuso a salir en cuanto alborease el día. Ya cantaban los gallos, y los nobles señores descansaban de una noche de alegres fiestas, cuando Jezmin, sin ser acompañado de nadie, se dirigió a pie, por disimular más su llegada, a las tapias del jardín de Galiana, sobre el cual se abría la ventana de la cámara. Pudo entrar perfectamente en el huerto y llegar al pie fiel muro. Silbó como lo hacía cuando de niños jugaban, y salió Galiana, que le invitó a subir a su aposento. Ágilmente cumplió Jezmin su mandato, y entonces ella le confesó su amor, así como el desprecio que sentía por su esposo, y le dijo que en tanto llegaba la ocasión de abandonarle para unirse a él, se verían aprovechando las ausencias de Nalvillos.
Y así lo hicieron, sin que éste sospechase nada. Notaba, sí, un creciente desdén que le amargaba, pues en su pecho latía siempre vivo el amor por Galiana. Por entonces, importantes acontecimientos históricos tuvieron lugar. A la muerte de Alfonso VI, los árabes, exaltados por la derrota de Uclés, se lanzaron sobre las fronteras. Y Jezmin, comprendiendo que era ocasión para su venganza, se alzó en rebeldía, y un día llegó en algarada hasta el palacio de Galiana, la tomó y la llevó consigo, mientras Nalvillos peleaba por otra región.
Cuando Nalvillos volvió y se enteró de la fuga de su adorada Galiana, dio orden de perseguir a los fugitivos. Y cuentan unas historias que entrando en Talavera de improviso, sorprendió a los amantes y les dio muerte sobre el mismo lecho en que celebraban sus impúdicas bodas. Mas otros relatos aseguran lo siguiente: Nalvillos, cuando regresó, determinó rescatar solo a su esposa, pues creía que cedería a sus súplicas y que volvería con él. Se disfrazó, en efecto, de vendedor ambulante de hierbas, y así consiguió llegar a Talavera e incluso ser introducido en las habitaciones de Galiana. Cuando se vio al fin delante de ella, se dio a conocer, diciéndole que estaba dispuesto a perdonarle todo si volvía a su lado, y que el amor que sentía por ella era tan grande, que no había temido caer en las manos de su enemigo y rival. Pero Galiana, traicionándole de nuevo, gritó para que acudieran los criados y guardianes, y lo hizo prender. En cuanto llegó Jezmin, le comunicó lo ocurrido, y éste determinó tomar cruel venganza. Hizo amontonar en el patio una gran pira de leña, a la que ordenó fuese conducido Nalvillos para ser quemado. Cuando el Conde vio cercano su fin, pidió al feroz moro que le permitiera sonar por última vez el cuerno que pendía de su cuello. Le fue concedida esta última gracia; pero cuando sonó la trompa con la señal de guerra del castellano, la gente de armas que lo había acompañado irrumpió en la ciudad y en la casa, y, sorprendiendo a las guardias, liberó a su señor. Entonces cogieron a Galiana y a Jezmin y los ataron, y Nalvillos, para castigar las traiciones de que fuera objeto, ordenó, aun sintiendo dolor por ello, que se les arrojase a la hoguera para él mismo dispuesta. Su mandato fue cumplido, y los traidores pagaron en las llamas su deslealtad y su lascivo amor. Nalvillos regresó a Ávila, y desde entonces pensó solamente en Guerrear. Tal es la tradición avilesa de la venganza de Nalvillos.
Y una vez concluido el relato, paso a mostrarles el reportaje fotográfico.
Otra más.

En fila de aúno.

Plataforma del Travieso, lugar desde donde en realidad
deberíamos de haber comenzado la actividad.

Primeros neveros, con la presa de Navamuño a la izquierda.
  Alto para tomar instantáneas.
Continuamos subiendo.
Ajustándose crampones.

Al fondo los Hermanitos de Hoya Moro.
Otra de ellos.

Al resguardo de una roca, el viento era muy fuerte.
Gente menuda.
 
Más gente ascendiendo.
Otra de la ascensión.
Y otra más.

Llegada a los Llanos del Calvitero.
Panorámica.
Paseando por ellos.

Más que llegan.

¡Aquí estamos!, que no es poco.

Panorámica.
Haciendo la pose de la Cigüeña.

Otra panorámica.

Seguimos caminando.
 
Más panorámicas.
Canchal Negro.
   Peña Negra de Becedas.
Otra más de ella.
 
Becedas en el fondo del valle.
  El que lo cuenta.
Circo de Peña Negra.
Entre piornos andábamos.
 
Descansando.

Saltando.
 
Otra del Circo de Peña Negra de Becedas.
Llegada a Becedas.
 
-          Y así termine yo. (Las imprudencias se pagan). ¿Qué porque digo esto, se preguntaran? Lo más seguro según me dijeron los medico, esto me ocurrió por no hacer lo que se debe de hacer cuando se practican actividades que requieren un gran aporte físico. Y no es otra cosa que el mantener una continua hidratación, cosa que yo en este día no hice, lo que me llevo a la situación que pueden contemplar. Así que compañeros que les sirva de consejo. Yo por mi parte después de tantos años practicando la montaña, he aprendido una lección, y es la siguiente “Que aunque siempre había salido indemne de situaciones como la de hoy en las que prácticamente no había ingerido casi líquidos, llega un día en el que las pagas todas juntas”.
De nuevo Gracias a todos por vuestra ayuda,