lunes, 15 de abril de 2013

Plataforma del Travieso - Becedas. 14-04-2013

Preparándonos para comenzar.
 
 
 
Lo primero que quiero reflejar antes de continuar con la exposición de esta ruta, es mi más sincero y profundo agradecimiento a todos los que  participaron en esta actividad. Por el  apoyo y la ayuda que me prestaron  en los malos momentos por los que pase. Para todos como he dicho y de verdad que de corazón  MUCHAS GRACIAS. 
Y después de este agradecimiento, no estaría bien por mi parte, el no pediros disculpas por todas las molestias que pude originaros. Por ellas sinceramente os pido que me disculpéis, no fue mi intención el ocasionarlas.
Y una vez cumplido con lo que sinceramente creo que debía de hacer, continuare con  la exposición de la bonita actividad que realizamos este domingo de Abril.
Consistió esta: en partiendo desde la primera plataforma de Candelario, subir a los llanos del Calvitero, para desde aquí dirigirnos al Canchal negro, desde done descenderíamos hasta Peña Negra de Beceda, y desde este punto partiríamos al pueblecito de Beceda, donde daríamos por terminada nuestra actividad. En todo el trayecto el tiempo nos acompaño, ya que tuvimos un bonito día de primavera, el único inconveniente que tuvimos si así se le puede denominar, fue el viento que nos estuvo acompañando hasta llegar a Peña Negra de Beceda. Muestra de ello, serán las fotografías que un poco mas delante de estas letras, le mostrare. Pero como por mi parte tengo por costumbre, déjenme que les relate una interesante leyenda de las muchas que circulan por las tierras de Ávila, en esta ocasión se trata de:
 
La Venganza de Nalvillos
Sabido es que cuando Alfonso VI hubo de huir del territorio castellano, encontró hospitalidad y ayuda en Toledo, cuyo rey moro Al-Mamún le atendió con generosidad y le proporcionó todas las comodidades posibles, atendiéndole como a un hermano. Al fin, cuando los mensajeros de doña Urraca llegaron a Toledo con la noticia de que Sancho había muerto en el cerco de Zamora, Alfonso se dispuso a volver. Muchos extremos de amistad hicieron ambos príncipes, el moro y el cristiano, al despedirse. Y Alfonso, queriendo corresponder a la hospitalidad de Al-Mamún, le ofreció que la bella Alá-Galiana, sobrina del Rey, fuese a los Estados cristianos a recibir allí los dones de la educación. Al-Mamún aceptó agradecido, y, así, partió Alfonso hacia Castilla. Poco tiempo después la dama mora llegó a los Estados cristianos, acompañada por don Fernando de Lago, que con una lucida escolta daba guardia y honor a Galiana. En Ávila los esperaban los hijos de Alfonso VI, doña Urraca y don Raimundo de Borgoña, los cuales quedaron admirados al ver la galanura y discreción de Galiana. Una vez restauradas las fuerzas de los expedicionarios, salieron de nuevo, ahora hacia Galicia, acompañados por los mismos Condes. Al llegar a las hermosas tierras gallegas, Galiana, que conocía ya las verdades de la religión cristiana, aconsejada por los Condes, abrazó la santa fe de Cristo. Durante las fiestas, llenas de animación y color, que siguieron a la ceremonia del bautismo de la bellísima mora, Galiana, que había tomado el nombre de Urraca, recibió el constante homenaje de los jóvenes más distinguidos de la nobleza cristiana. Uno de éstos se distinguió sobre todos en manifestar la gran atracción que sentía por la princesa. Era Nalvillos Blázquez, el cual en los combates fronteros había alcanzado gran renombre por su heroicidad frente al enemigo. Pasados aquellos días, hizo todo lo que en su mano estuvo para ver continuamente a Galiana, hasta que al fin, en una ocasión, pidió ver al Conde, y siendo recibido por éste, le solicitó la venia para contraer matrimonio con la hermosa mora. El Conde prometió enviar mensajeros al Rey para pedir su autorización.
Cuando los correos llevaron las cartas del conde don Raimundo a Alfonso VI, éste al leer el deseo de Nalvillos Blázquez, quedó perplejo. No hacía mucho tiempo había determinado que Galiana fuese dada en matrimonio a un gallardo guerrero moro que estaba a su servicio y a quien le había concedido numerosas donaciones de tierras a orillas del Tajo, cerca de Talavera. El moro había aceptado con gran alegría, pues amaba con ternura a la princesa desde sus años niños, y era correspondido por ella en secreto. Se presentaba, pues, un dilema difícil de resolver a Alfonso; pero al fin pesó en su ánimo la conveniencia de satisfacer a un caballero tan noble, y que tantos heroicos servicios le rindiera, como Nalvillos Blázquez. Y así, dictó un mensaje para el Conde, en el cual daba su venia para el proyectado enlace, y al mismo tiempo otro para Jezmin­Yahia, que así se llamaba el amado de Galiana, para que quedase en sus tierras, diciéndole que por razones de gobierno se había visto forzado a revocar su promesa y a dar a Galiana en matrimonio a Nalvillos Blázquez.
Celebráronse las bodas de Nalvillos con Galiana, mientras que Jezmin, lleno de desesperación y rencor, prometía tomar cumplida venganza, aunque acallara de momento su rencor. Y así, cuando un día Nalvillos hubo de ir a Talavera a ciertos asuntos de la hacienda de su mujer, fue recibido por el guerrero musulmán con franca hospitalidad, y hasta se mostró tan generoso con Nalvillos, que éste, para corresponder, le invitó a las fiestas que iban a tener lugar en Ávila para solemnizar las bodas de Arias Galindo, antigua prometida de Nalvillos, con el hermano de éste, enlace que se celebraba para remediar el desaire cometido por el noble al preferir a Galiana.
Se celebraron las bodas y las fiestas. En las afueras de la muralla se alzaron tablados, se cercó una gran explanada para las justas y se dispuso la celebración de corridas. La animación y el bullicio eran indescriptibles. Ante las voces de aliento o de burla, los caballeros derribaban los tablados, mostrando la fuerza de su brazo y su habilidad; lanzaban al vuelo los escuadrones de sus aves de cetrería, y los juglares cantaban en las plazas las hazañas de sus señores. Al fin llegó la tarde de las justas. Alrededor del terreno se habían alzado bancos y tribunas en donde tomó asiento toda la aristocracia de Ávila. En lugar de honor estaban los Condes y Galiana, así como los nuevos esposos. Comenzó el torneo entre el sonar armonioso de los clarines, las voces de aliento de los partidarios de cada caballero, y el griterío del pueblo, que en la barrera opuesta al estrado en donde se encontraban los noble se agolpaban alegremente.
Tras los combates por cuadrillas llegaron las luchas de caballero contra caballero. El interés de todo estaba centrado en el que habría de tener lugar entre Nalvillos y Jezmin. Magníficamente vestidos y con sus caballos ricamente enjaezados, salieron los dos campeones a la palestra. Se dispusieron a la distancia que les fue señalada por los maestres de campo y se lanzaron uno contra otro con todo el impulso de sus briosos corceles. Las lanzas saltaron hechas astillas, sin que ninguno de los dos caballeros se moviese del arzón. De nuevo volvieron al punto de partida, y tomando nuevas lanzas, se arrojaron al encuentro a todo galope. Esta vez la suerte favoreció al cristiano, y Jezmin fue arrojado de su silla, entre el griterío del público. Pero Galiana, en ese mismo momento, sintió renacer la vieja afición a Jezmin, y profiriendo un grito de angustia, cayó desmayada. Sin embargo Jezmin no había sufrido físicamente nada, y sólo su espíritu estaba irritado y turbado por la ira, considerando amargamente que había sido vencido de nuevo por su rival, y de nuevo también por una suerte adversa, ya que su caída del caballo la atribuía a debilidad de su corcel. Aquella noche se había retirado a su mansión, con pretexto de curar de sus magulladuras, cuando un paje entró con un mensaje de Galiana. Ella le pedía que fuese cerca de su ventana, ya de madrugada. Jezmin sintió lleno de esperanza su corazón y se dispuso a salir en cuanto alborease el día. Ya cantaban los gallos, y los nobles señores descansaban de una noche de alegres fiestas, cuando Jezmin, sin ser acompañado de nadie, se dirigió a pie, por disimular más su llegada, a las tapias del jardín de Galiana, sobre el cual se abría la ventana de la cámara. Pudo entrar perfectamente en el huerto y llegar al pie fiel muro. Silbó como lo hacía cuando de niños jugaban, y salió Galiana, que le invitó a subir a su aposento. Ágilmente cumplió Jezmin su mandato, y entonces ella le confesó su amor, así como el desprecio que sentía por su esposo, y le dijo que en tanto llegaba la ocasión de abandonarle para unirse a él, se verían aprovechando las ausencias de Nalvillos.
Y así lo hicieron, sin que éste sospechase nada. Notaba, sí, un creciente desdén que le amargaba, pues en su pecho latía siempre vivo el amor por Galiana. Por entonces, importantes acontecimientos históricos tuvieron lugar. A la muerte de Alfonso VI, los árabes, exaltados por la derrota de Uclés, se lanzaron sobre las fronteras. Y Jezmin, comprendiendo que era ocasión para su venganza, se alzó en rebeldía, y un día llegó en algarada hasta el palacio de Galiana, la tomó y la llevó consigo, mientras Nalvillos peleaba por otra región.
Cuando Nalvillos volvió y se enteró de la fuga de su adorada Galiana, dio orden de perseguir a los fugitivos. Y cuentan unas historias que entrando en Talavera de improviso, sorprendió a los amantes y les dio muerte sobre el mismo lecho en que celebraban sus impúdicas bodas. Mas otros relatos aseguran lo siguiente: Nalvillos, cuando regresó, determinó rescatar solo a su esposa, pues creía que cedería a sus súplicas y que volvería con él. Se disfrazó, en efecto, de vendedor ambulante de hierbas, y así consiguió llegar a Talavera e incluso ser introducido en las habitaciones de Galiana. Cuando se vio al fin delante de ella, se dio a conocer, diciéndole que estaba dispuesto a perdonarle todo si volvía a su lado, y que el amor que sentía por ella era tan grande, que no había temido caer en las manos de su enemigo y rival. Pero Galiana, traicionándole de nuevo, gritó para que acudieran los criados y guardianes, y lo hizo prender. En cuanto llegó Jezmin, le comunicó lo ocurrido, y éste determinó tomar cruel venganza. Hizo amontonar en el patio una gran pira de leña, a la que ordenó fuese conducido Nalvillos para ser quemado. Cuando el Conde vio cercano su fin, pidió al feroz moro que le permitiera sonar por última vez el cuerno que pendía de su cuello. Le fue concedida esta última gracia; pero cuando sonó la trompa con la señal de guerra del castellano, la gente de armas que lo había acompañado irrumpió en la ciudad y en la casa, y, sorprendiendo a las guardias, liberó a su señor. Entonces cogieron a Galiana y a Jezmin y los ataron, y Nalvillos, para castigar las traiciones de que fuera objeto, ordenó, aun sintiendo dolor por ello, que se les arrojase a la hoguera para él mismo dispuesta. Su mandato fue cumplido, y los traidores pagaron en las llamas su deslealtad y su lascivo amor. Nalvillos regresó a Ávila, y desde entonces pensó solamente en Guerrear. Tal es la tradición avilesa de la venganza de Nalvillos.
Y una vez concluido el relato, paso a mostrarles el reportaje fotográfico.
Otra más.

En fila de aúno.

Plataforma del Travieso, lugar desde donde en realidad
deberíamos de haber comenzado la actividad.

Primeros neveros, con la presa de Navamuño a la izquierda.
  Alto para tomar instantáneas.
Continuamos subiendo.
Ajustándose crampones.

Al fondo los Hermanitos de Hoya Moro.
Otra de ellos.

Al resguardo de una roca, el viento era muy fuerte.
Gente menuda.
 
Más gente ascendiendo.
Otra de la ascensión.
Y otra más.

Llegada a los Llanos del Calvitero.
Panorámica.
Paseando por ellos.

Más que llegan.

¡Aquí estamos!, que no es poco.

Panorámica.
Haciendo la pose de la Cigüeña.

Otra panorámica.

Seguimos caminando.
 
Más panorámicas.
Canchal Negro.
   Peña Negra de Becedas.
Otra más de ella.
 
Becedas en el fondo del valle.
  El que lo cuenta.
Circo de Peña Negra.
Entre piornos andábamos.
 
Descansando.

Saltando.
 
Otra del Circo de Peña Negra de Becedas.
Llegada a Becedas.
 
-          Y así termine yo. (Las imprudencias se pagan). ¿Qué porque digo esto, se preguntaran? Lo más seguro según me dijeron los medico, esto me ocurrió por no hacer lo que se debe de hacer cuando se practican actividades que requieren un gran aporte físico. Y no es otra cosa que el mantener una continua hidratación, cosa que yo en este día no hice, lo que me llevo a la situación que pueden contemplar. Así que compañeros que les sirva de consejo. Yo por mi parte después de tantos años practicando la montaña, he aprendido una lección, y es la siguiente “Que aunque siempre había salido indemne de situaciones como la de hoy en las que prácticamente no había ingerido casi líquidos, llega un día en el que las pagas todas juntas”.
De nuevo Gracias a todos por vuestra ayuda,
 
 

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