martes, 29 de enero de 2013

Nava del Barco - Laguna de la Nava - Alto del Corral del Diablo - 27-01-2013


418 Llegada  a la Nava del Barco.
 
 
El domingo 27 de Enero de 2013, realizamos la ruta Nava del Barco – laguna de la Nava – Alto del Corral del Diablo. Esta ruta la teníamos introducida en nuestro calendario de actividades, como una de las invernales de alta montaña para este 2013. Pero el tiempo quiso que no pudiéramos realizar en su totalidad. Nos amaneció uno de estos días, que con simplemente mirar el cielo, intuíamos que iba a ser muy difícil el poder culminarla con éxito. Pero aun así se intento. A la llegada a la laguna de la Nava, sobre las doce y media, nos empezó a llover, y el viento que habíamos venido observando en toda la ascensión hacia la laguna, al llegar a este punto, se desato con una gran fuerza y racheado. Circunstancia por la cual prácticamente todo el grupo, decidimos volvernos desde la laguna, aunque todavía un pequeño grupillo de compañeros decidieron intentar subir hasta el Alto del Corral del Diablo, cosa imposible puesto que al poco de iniciar dicha ascensión, decidieron volverse. Aun así mereció la pena la caminata. Cosa que podréis valorar vosotros mismos a través de las instantáneas, que fui tomando mientras el tiempo lo permitió.
                Pero antes de pasar a ello, déjenme que le cuente algo sobre la historia de estos entornos, y el porqué de algunos de estos nombres, que rodean el lugar del Corral del Diablo.
 
Nava del Barco
La Nava del Barco es una de las localidades más bellas de la comarca. Hace realidad el significado de su nombre: “Llanura húmeda situada entre montañas”. Esta hermosa tierra tiene una vinculación a la historia de Castilla y, concretamente, a la de Ávila.
Alfonso I el Batallador trataba de que no pudiera reinar el Infante Alfonso Ramón, hijo de doña Urraca y de don Raimundo de Borgoña, custodiado y protegido dentro de las murallas avilesas. Un adulador le comunicó al monarca aragonés que el infante padecía una grave enfermedad,
sin que se vislumbrasen muchas esperanzas de vida.
El Batallador creyó oportuno, ante esta circunstancia, acelerar la marcha de su ejército y acampar a un cuarto de legua, al norte de la Ciudad. Despachó enseguida a un emisario para entrevistarse con el gobernador Blasco Jimeno. Le pedía entrada segura en el recinto abulense, suponiendo que el rey de Castilla, había fallecido. El soberano de Aragón ofrecía privilegios, mercedes y exenciones amplias al Concejo local.
Contestó Blasco a la misiva afirmando que el rey niño estaba vivo y sano, suplicándole que, en virtud de lo pactado con la Reina y los prohombres de Castilla, levantase el campamento militar paraqué volviese la calma a toda la población.
El Batallador, por medio de su mensajero, le replicó que si le mostraba vivo al infante no molestaría más a la Ciudad. Se acercaría a sus murallas, a cambio de que le facilitaran sesenta rehenes como garantía de su integridad personal. Juró que si volvía sano y salvo al acantonamiento retornarían indemnes los caballeros que se le entregasen.
Por la puerta que se llamó de la Mala Ventura salieron los rehenes, caballeros ilustres, defensores apasionados de Castilla y León.
El aragonés llegó a la puerta más inmediata a la catedral-fortaleza, contentándose con que le mostrasen a su entenado allí mismo o sobre los inmediatos muros. Los abulenses accedieron a su deseo y presentaron al rey niño entre dos almenas del cimborrio de la catedral. Uno desde las lanchas del pavimento y otro desde la cima del ábside se saludaron muy cortésmente; sonaron las trompetas y en el aire se dibujaron gestos, aparentemente cordiales, que rondaban más la diplomacia que la sinceridad.
Alfonso el Batallador volvió al emplazamiento de sus soldados sin querer que nadie le acompañase. Malhumorado; lleno de ira; crispadas sus manos dio órdenes de que los sesenta rehenes avileses fueran sacrificados, convirtiéndose en víctimas inocentes de su rencoroso y cruel desengaño.
Los cuerpos, hechos pedazos, se arrojaron a calderas de aceite hirviendo, por cuya horrible masacre aquel campo se conoce desde entonces con el nombre de "Las Hervencias". A continuación de tan bárbaro proceder, se acordó en una gran junta celebrada en Ávila retar al rey de Aragón por perjuro, traidor y alevoso. Se designó para el caso al gobernador Blasco Jimeno, quien acompañado de su joven sobrino Lope Núñez y de dos hombres de a pie, para calzare la espuela y cuidar de sus armas, se avistó con el rey al tiempo que sus tropas salían de Fontiveros en dirección a Zamora. El caballero y adalid Blasco Jimeno le echó en cara, con toda energía y franqueza, su gravísima acción.
Irritado el rey ordenó que los ballesteros de su ejército lo matasen. Blasco Jimeno se defendió con singular bravura, pero hubo de sucumbir a fuerza de lanzadas, vendiendo cara su vida y dejando a la posteridad el recuerdo de su intrépido valor.
Los tres hijos de este caballero, progenitor de la ilustre casa de los marqueses de Velada fueron galardonados por el Rey Alfonso VII con dehesas y territorios serranos. A Galin Gómez, el menor de sus dos hermanos, le correspondieron los términos y alrededores de La Nava del Barco. Por eso, la garganta que procede de la Laguna, atravesando de sur a norte el ámbito municipal, como asimismo una parte de esta cordillera, llevan el nombre de Galin Gómez.
El angosto cauce de "Los Caballeros" que afluye al Tormes, recuerda al heroico retador, a sus tres hijos y al hecho que tanto se comentó, en el que murieron ciudadanos preclaros como Fernán Salvador, dos de sus descendientes, Alvar Minaya y familiares muy allegados al gobernador abulense.
La Nava, escenario muchas veces de la estancia y paso de las caravanas caballistas de Galin y de su familia, presenta hoy una hermosa repoblación arbórea; desde los robles y pinos que cortan el aire de las laderas, hasta los fresnos y alisos crecidos al borde de riatillos, donde tras el bocado de hierba moja el hocico la cabra montés.
Este pueblo ha sido durante años paraíso de producción frutícola. Grandes partidas de manzana reineta se exportaron a diversos mercados del país. Dos cardenales -Tabera y Larraona- en él encontraron una paz, un descanso veraniego lejos de las presiones humanas de la Curia de Roma. La Naturaleza deparó a este terruño bellezas singulares. En su demarcación se halla la "Cueva de la Mora", donde se refugió una reina árabe cuando sus hombres conquistaban esta vertiente de Gredos.
En su término han surgido las figuras graníticas del "rollo" o de la "pera", del "caracol" y del "tricornio", captadas infinidades de veces  por la cámara fotográfica del turista que degusté sus viandas vespertinas en las fuentes de Ceniceros, Tranquillos y Santa Cruz.
 
Y una vez concluido con este pequeño aporte de historia, paso a exponer las fotografías tomadas:

Este hombre siempre está de buen humor.
Las nubes que se cernían sobre la sierra,
no presagiaban nada bueno.
Reponiendo fuerzas en el refugio de Navacasera.
Otra más.

No había casi nieve.

Despacito pero avanzando.
Garganta de la Nava.
Otra cascada.
  Panorámica.
Esta angostura de la Garganta de la Nava,
es uno de los rincones
más gratificante de la ascensión.
Otra Panorámica.
 
Venga, para arriba.

Alto para reagruparnos.
Seguimos esperando.
No se fíen de su sonrisa.
(Sino, observen su mano diestra).
Impresionante cascada de hielo.
Otra de la misma.
Seguimos con nuestra ascensión.

  Muro de la laguna de la Nava.
El tiempo que hacía en ella no era muy bueno.
Aun así, había que reponer fuerzas.
Imagen de la laguna helada.

La niebla no nos dejo disfrutar de
las vistas de las numerosas
cascadas de hielo que circundan
el circo del Corral del Diablo.
Algunos atrevidos a pesar del mal tiempo
decidieron,
intentar coronar el alto del Corral del Diablo.
 
Pero al final decidieron desistir del empeño,
 ya que la meteorología no era nada favorable.
Los vientos racheados eran fortísimos.
 
El que cuenta la película, en lo calentito ya del autobús.

 

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