lunes, 13 de mayo de 2013

Las Meñas - 12 de mayo de 2013.

Ajustando los avíos para comenzar.
 
 
El día 12 de mayo de 2013, realizamos una bonita ruta de montaña en la comarca de la Vera. Esta ruta transcurrió por una de las gargantas más espectaculares y a la vez más desconocidas de la Comarca de La Vera. Su desconocimiento se debe a su difícil acceso, pues para llegar hasta el corazón de la garganta de Las Meñas tuvimos que ascender por fuertes pendientes, transitar por trochas perdidas entre enebros y zarzas, y pasar algunos pasos difíciles y expuestos, pero la recompensa al final fue el poder disfrutar de algunas de las más bellas cascadas de nuestra región, con alturas que superan los 65 m. Dado el caudal de agua que hay después de un invierno tan lluvioso, nos encontramos con unos exuberantes y esplendorosos torrentes de agua. Todo transcurrió dentro de la normalidad de estas actividades de montaña, con algunos sustos por caídas y sofocos por el calor que nos hizo. Pero en verdad mereció la pena el esfuerzo que tuvimos que realizar.
 
Ahora antes de pasar a mostrarle el reportaje les contare en esta ocasión dos cortas leyendas, la primera de esta comarca de la Vera, y la segunda de las tierras Extremeñas, que bien podría acoplarse a estas altas serranías de la comarca Verata.
 
Dice la primera:
 
Cuenta la leyenda que un vecino de Garganta la Olla soñó una noche que su fortuna estaba en la Puerta del Sol de Madrid. Sin revelar su secreto a nadie, recabó a duras penas un puñado de monedas entre sus familiares y marchó a la capital. En el corazón del foro y sin comer apenas deambuló hasta que un día alguien le preguntó qué hacía allí demacrado y sin rumbo. El verato contó su historia y el madrileño le aconsejó que no hiciera caso de los sueños porque no tenían ningún sentido. Él mismo –le dijo- había soñado con un cochinillo de piedra lleno de monedas de oro en la portada de la iglesia de un pueblo llamado Cuacos de Yuste. El de Garganta tomó nota, regresó a su tierra loco de contento, se llegó hasta Cuacos y encontró el tesoro.
 
Y en la segunda se relata lo siguiente:
 
La leyenda del Cordero
En un pueblecito de Extremadura, España hace ya varios años, había un buen hombre conocido como Bernardo, el cual se dedicaba al pastoreo por aquella zona y tenía un pequeño rebaño en el monte. Todos los días tenía que ir a recogerlo y, como un día cualquiera, metió a todos los animales en un corral de madera que tenía allí al lado.
Al terminar su labor, el hombre bajó de nuevo a casa, como todos los días, montado en un burro. Estaba anocheciendo, y rumbo a casa, Bernardo escuchó un ruido y se paró. Vio que un cordero estaba en medio del camino y el hombre pensó que se habría extraviado del resto del ganado y que lo podría llevar a casa para protegerlo de los lobos y del frío de la noche, entonces lo cogió y lo montó detrás de él, en su burro, y ambos continuaron su recorrido.
En el camino, con el cordero detrás de él, Bernardo escuchó como que algo arrastraba por el suelo. De repente, el hombre miró hacia abajo para ver lo que era, y cuál fue su sorpresa al descubrir que aquellas patitas cortas y blancas del cordero se habían convertido en unas enormes zarpas que iban arrastrando por la arena. Al ver esto Bernardo exclamó:
—¡Coño, cómo le han crecido las patas a este bicho! Cuando una voz grave contestó: ¡Y MÁS ME HAN CRECIDO LOS DIENTES! Al oír esto, su cara se desencajó sintiendo un escalofrío que le recorría su nuca y poco a poco fue girando su cabeza para averiguar en qué se había convertido la criatura. Entonces vio algo increíble: la cara del tierno cordero se había transformado en una cara demoníaca. Sus ojos eran rojos, unos ojos que le miraban fijamente. Sus dientes afilados parecían cuchillas. Fue entonces cuando Bernardo alzó su mano empujando a aquel ser sobrenatural y arrojándolo al camino. Cuando llegó a casa, tenía el rostro pálido y aterrorizado. No habló durante varios días, hasta que una tarde se decidió a contar lo que le había sucedido, pero las personas del pueblo no le creyeron, incluso algunas le tomaron por loco. Desde aquella noche Bernardo no volvió a ser el mismo, y dos meses después, el pobre hombre se suicidó tirándose por un acantilado. Y no solo eso, porque su única hija, años más tarde, se suicidó arrojándose por el mismo acantilado, tal y como hizo su padre. Nunca conoceremos lo que le ocurrió a Bernardo allí arriba, pero hay gente que asegura que lo que vio aquella noche era el mismísimo Diablo.
Y ya sin más demora paso a la exposición de las fotografías tomadas.


Puente sobre la Garganta de Cuartos.

  Llegando al salto de la central eléctrica.
Torrente producido por el desagüe
del canal de la central.
Reagrupación.
El canal de la central.
Transitando por él.
Panorámica.

Gozada de paseo.
El amigo Nacho y compañía.
Comienzo de la Garganta de las Meñas.
Bonita angostura en ella.
¿Qué observa la gente?

Pues esta bonita piscina.
Otra más de este rincón.
Subiendo hacia las chorreras.
  Fuertes pendientes, que
ponían aprueba nuestras fuerzas.
Impresionantes cortados.
Ya las teníamos en frente, ahora
 solo nos quedaba bajar al cauce
y comenzar la trepada por ellas.
Otra más de ellas.
 Primer salto de las Meñas.
Otra vista de este.
Más panorámicas de ellas.

Y más.

Descendiendo a la garganta.
Segunda cascada.
Jorge en ella.
El agua precipitándose al vacío.

Bonito tobogán. Pero imposible el utilizarlo.
Nos iba la vida en ello.
Y seguía meditando.

Tercera cascada.
Esta es la de mayor caída.
Jorge posando en ella.
Otra más.
Limpia de gentes.
Panorámica.
Cuarta cascada.
Quinta cascada.

Y la última con su coqueta poza para el baño.
Vista del rudo y a la vez bonito entorno.
Descendiendo hacia el Losar.
Más del descenso.

Otra más.
Profundos Barrancos, si se fijan con atención
en el fondo de la imagen,
verán puntitos de colores,
son algunos de los compañeros de la ruta.
 
 
 

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