Tomando un café antes de comenzar la ruta.
El domingo día 10 de noviembre de 2.013 realice
en compañía de mi hijo y algunos compañeros del club de montaña Valcorchero la
ruta de Carlos V. Este recorrido transcurre entre las poblaciones de Tornavaca
y Jarandilla, atravesando montañas y gargantas que alegraron nuestros ojos.
Muestra de ello son las imágenes, que después de relatarle la leyenda de rigor
les mostrare. En este caso, he escogido la leyenda que lleva por título La Dama
Blanca. Y que transcurre durante el reinado de Felipe II, hijo del Emperador
Carlos V, y en honor al cual se realiza esta ruta. La leyenda en cuestión
relata lo siguiente:
La Dama Blanca
Corría el año 1550; el oro venía
del Perú en galeones bien custodiados, y acompañando el dulce tintineo, llenos
de orgullo y acariciados por doradas esperanzas, también llegaban sus
propietarios. Uno de ellos, viejo, corcovado, con los ojos cansados de
contemplar tesoros, desembarcaba en Cádiz. Era rico, y con el oro se creía
capaz de comprarlo todo: hasta el amor. Se le hizo largo el viaje a la Villa y
Corte, pues recordaba que su amigo el médico del Rey quedó tutor de una niña
encantadora que ahora frisaría en los veinte años y soñaba en contagiarse de su
juventud contrayendo matrimonio con ella. Llegó el perulero, habló con el
tutor; nada se consultó con la muchacha, aunque algo se le dio a entender de
boda inminente. Y una vez todo dispuesto para la ceremonia, el viejo médico
llevó a su pupila al Palacio Real. Don Felipe II habíale siempre demostrado
afecto, y en esta ocasión le ofreció como regalo nupcial digno de su grandeza,
las trece monedas de oro que habían de servir de arras.
Vivía la novia en la calle de las Infantas, en
una casa de piedra roja, con siete chimeneas y rodeada de un gran jardín.
Celebróse el casamiento con gran pompa. El anciano esposo había regalado a la
juvenil desposada un magnífico traje blanco, todo bordado con perlas. De encaje
de Bruselas era el manto, que le llegaba hasta su borde, y ocultaba su cara y
sus ojos enrojecidos por el llanto.
Vino después el banquete, en el
que los invitados, obsequiados hasta la saciedad, se tambaleaban en los límites
de la embriaguez. Cayó la tarde; los criados encendieron las luces. La novia se
había retirado a sus habitaciones, lejos del bullicio. Y en medio de la noche,
cuando el perulero, pensando en su felicidad, comprada con su oro, y a costa de
las lágrimas de una obediente muchacha, fue a buscarla... no la encontró;
alarmado, gritó a los servidores, recorrieron la inmensa casa, registraron
rincones, repasaron los salones del banquete, sin el menor éxito, y, por
último, bajaron a los sótanos. Y allí, en el suelo húmedo, en un aire mohoso,
pesado e irrespirable, la encontraron echada. El velo de encaje aún temblaba en
su frente. El traje de perlas estaba teñido de rojo. Acercaron los candiles;
entre sus manos sostenía el pañuelo bordado; trece monedas de oro, las arras,
estaban a sus pies, y un puñal florentino, incrustado con gemas de colores,
estaba clavado en su corazón.
Horrorizados, se retiraron en silencio amo y servidores.
Horrorizados, se retiraron en silencio amo y servidores.
¿Quién pudo cometer aquello? ¿Un
despechado amante? ¿Un egregio celoso? Aún queda en pie el enigma. Sólo sabemos
que de cuando en cuando, en los sótanos de la casa, se oyen gemidos, y dicen
que alguien ha visto pasear, como un espectro, en las altas horas de la noche,
a una dulce mujer, envuelta en velos, haciendo tintinear en sus manos blancas
de cadáver las trece monedas de sus arras.
Y estas fueron las imágenes
tomadas:
Ayuntamiento de Tornavacas.
Acebo con fruto.
Mejor no lesionarse durante el recorrido.
Ya que
estos eran los que se encargarían de socorrerte.
Panorámica otoñal del Valle del Jerte.
Caminantes.
Control
en el Collado de las Losas,
llevado a cabo por sus Majestades.
Más
caminantes.
10 puntos para la simpática representante
de la
organización de la ruta.
Diversidad de tonos en el paisaje.
El puente “Nuevo” sobre la garganta de La Serra.
En ella la gente repones fuerzas,
antes de
comenzar la subida que nos llevara
por Robledo Hermoso.
Otra panorámica de la garganta de La Serra.
La gente llegando a Los Escalerones.
Alto en el collado de Las Yeguas.
Al
fondo la Cuerda de Los Infiernillos.
En esta al Fondo se encuentra La Panera.
Reponiendo fuerzas.
Garganta del Yedrón.
Otro de los controles.
Jorge
posando.
Como quedo el amigo.
Este está en mejores condiciones.
Panorámica de la Portilla Jaranda,
tomada desde
el puente de Palos.
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