Nuevo
modelo de remate para gorros.
Ruta del Turrón 2.013
De nuevo hemos venido a esta bonita comarca de las Hurdes, en esta
ocasión a la pequeña alquería de Ovejuela, desde donde partiremos transitando
por los caminos, que nos llevaran a la población de Robledillo de Gata, esta
está ya como su nombre certifica en la comarca de Gata. Aquí concluiremos
nuestro recorrido, dando por finalizado nuestro calendario de actividades de
2013, nos comeremos los correspondientes turrones y polvorones, y brindaremos
con cava de Extremadura, a la vez que amenizaremos a la población de Robledillo
con villancicos típicos de la tierra. Deseándonos unos a otros que el próximo
año podamos de nuevo reunirnos en grupo donde toque. Pero no quiero acabar yo
también el año, sin contarles una de las mías. Después de meditarlo he decidido
contarles algo que ya se escribió hace mucho tiempo sobre esta comarca de las
Hurdes. En rutas anteriores a esta, he contado relatos y leyendas sobre esta
tierra, leyendas que surgen del acervo popular de sus gentes y que narran las
historias de sus seres fantásticos. Pero en esta ocasión no será así, hoy lo
que les relato no es ninguna leyenda, sino parte de la historia de esta gente y
su tierra muchos años atrás. Lo que a continuación les contare lo encontré
buscando unos datos sobre el partido judicial de Granadilla, cuando comencé a
leer lo que ante mis ojos se reflejaba, no daba crédito a la descripción que de
esta tierra y sus gentes se hacía. Yo que tantas veces, he visitado toda esta
comarca no podía creerme que hubiera existido un pasado tan negro y oscuro como
el que se describe en este texto. Si sabemos por el documental de Buñuel sobre
las Hurdes como se vivía en esa época, cuando la visito el rey Alfonso XIII.
Pero es que lo que se refleja en esta descripción es aún mucho peor. Y sino
juzguen ustedes mismo sobre lo que digo. Y después de que lean la descripción
en cuestión, vean las imágenes que les acompaño sobre la visita de Alfonso
XIII, y decidan si no tengo razón.
Por suerte para las gentes de esta tierra o país como lo denominan en
el relato, mucho ha cambiado su situación, y en consecuencia para mejor. Hoy en
día nada tiene que ver las Hurdes con el oscuro tiempo en que sus gentes
vivieron y moraron por estas agrestes sierras y barrancos. Pero nos guste más o
menos, esta es su historia y por lo tanto es bueno el conocerla. Espero que con
lo que a continuación les relato les haga conocer más afondo la historia de
esta maravillosa y bonita comarca. Que el pasado tenebroso y oscuro de esta
comarca, les haga pensar en cuantos sufrimientos y penurias padecieron sus
gentes a lo largo de su historia. Que no siempre las Hurdes fueron un retiro idílico
como en la actualidad, que debido a su aspereza la cual le da esa belleza
paisajística, sus moradores estuvieron condenados durante siglos a padecer y
sufrir una vida de penurias y privaciones.
Este texto pertenece a Juan Pérez de Guzmán y esta extraído de su obra
titulada Crónica General de España publicada en 1.870, dentro de esta obra y
más concretamente en la Crónica de la provincia de Cáceres, Don Juan Pérez de
Guzmán nombra el partido Judicial de Granadilla, donde dice que existe una
comarca que es conocida como las Hurdes, refiriéndose a ella como sigue:
“En el partido judicial de Granadilla hay
una comarca conocida con el nombre genérico de las Hurdes, que comprende cinco
concejos ó ayuntamientos con 46 alquerías, distribuidas en lo eclesiástico en
siete parroquias. Llamándose los concejos, Cabezo, Camino Morisco, Casares,
Nuñomoral y Pinofranqueado, y las parroquias son las del Ladrillar, Mestas,
Vegas de Coria, Cambroncino, Casares, Nuñomoral y Pinofranqueado. Cabezo tiene
cuatro alquerías; diez Camino Morisco; nueve los Casares; doce Nuñomoral, y
Pinofranqueado once. Tres alquerías tiene la parroquia de las Mestas, una en
Camino Morisco y dos en Cabezo; la del Ladrillar tiene otras dos, ambas en el
concejo de Cabezo; 17 Pinofranqueado, de las cuales seis se encuentran en el
concejo de Camino Morisco y todas las de su propio ayuntamiento; la de
Nuñomoral tiene todas las 11 de su concejo; las nueve suyas Casares; la de
Vegas de Coria una en la de Nuñomoral y otra en Camino Morisco, y por último,
la de Cambroncino dos en este concejo.
De este país casi desconocido
en el resto de la nación, apenas se ha escrito mas que lo que Larroza dice en
sus Memorias (I), y una obrita titulada Historia de las Hurdes, por D. Vicente
Montero, cura del Pino, que permanece en manuscrito y de la cual se ha tomado
la apreciable descripción concebida en los términos siguientes:
“Esta sierra, terreno y concejos se llama el territorio
de las Jurdes ó Hurdes. Las divisiones referidas de los citados concejos están
en la falda de la sierra, situadas según lo permite su aspereza, donde hay
algún arroyuelo y algo de terreno para legumbres. Los concejos constan de 642
vecinos; las casas parecen chozas de salvajes, fabricadas de piedras toscas sin
barro, cubiertas de ramas y pizarra, de una sola pieza las mas, en que se
recojen juntamente las personas y el ganado.
»El concejo de Franqueado está todo de Valdios del Excmo.
Señor duque de Alba, y los otros dos en la Socampana de la Alberca. Es
increíble la miseria en que viven aquellos infelices; para sembrar un poco de
centeno y legumbres tienen que descuajar, de matorrales y peñas, un pedazo de
terreno á fuerza de brazos, y esto les proporciona tan escaso producto, que los
mas se ven precisados á abandonar sus casas y familias gran parte del año para
ganar un jornal ó mendigar por Castilla y Estremadura. Su alimento ordinario es
pan de centeno, legumbres y castañas, y esto con mucha escasez; el pan de trigo
y otros manjares mas delicados, solamente son para los eclesiásticos, y esto se
trae de los otros pueblos. La cama es un poco de paja de rastrojo, y los mas
acomodados tienen un jergón de estopa ó tascos.
»Estos concejos no poseen propios ni arbitrios: sus
gastos se reparten entre los vecinos; no hay médico, cirujano ni botica.
»El concejo de lo Franqueado, como está situado en
valdíos del señor duque Alba, puede hacer libremente descuajos si hubiese terreno
acomodado; pero los otros sufren todos los años una visita compuesta del
alcalde, escribano y ministro de este lugar, todos asalariados, los cuales
obligan al alcalde del concejo á acompañarlos de balde para recorrer todos los
sitios y alquerías de los mencionados concejos, y por cada descuajo que
encuentran imponen 21 reales de multa; lo mismo por cada arbusto nuevamente
plantado, si es en tierra propia nueve reales, y si con el nuevo árbol ha dado
algún ensanche á su terreno, se le multa en 13 reales. Todas estas multas son
para los visitadores de la Álberca: cuando el total de ellas asciende á 1.600
reales, cada concejo contribuye con 800 reales para completar esta suma, y si
falta, se hace un repartimiento entre los vecinos, pagando el que cometió el
pretendido delito de ser laborioso y que en nada contravino á las leyes de la
Alberca. La exacción de estas multas se ejecuta con tanto rigor, que cuando no
tienen otra cosa, les quitan hasta los pobres vestidos con que se cubren.
Además obligan á aquellos infelices á ir á la Alberca á sacar cartas de dote,
cuyos derechos ascienden á 13 reales, pues de lo contrario repiten dichas
multas al año siguiente: sobre estas vejaciones han intentado pleito por dos
veces aquellos concejos; pero como no tienen fondos, no han podido
continuarlos.
»De varios arroyos que bajan de la sierra se forma el río
Alagon, en que hay tres molinos de harina junto al Pino. En estos tres arroyos
hay otros tantos molinos harineros que solo muelen en invierno.
»No se puede culpar á aquellos habitantes de desidiosos,
aunque todas las circunstancias físicas y políticas son tan contrarias á su
industria: los pocos y miserables frutos que recogen son efecto de un trabajo
increíble, pues á veces para plantar un arbolito tienen que descuajar un
pedregal, reducir á polvo las piedras y echar tierra. ¡Y el premio de tan inmenso afán son tan pesadas multas!
¿Qué estraño será, pues, que con el tiempo quede todo aquel país desierto, como
quizá lo habrá estado por algún tiempo, y esto puede dar motivo á la fábula de
las Batuecas”
En la historia de las Hurdes del Sr. Montero, de quien
Madoz tomó todo su estenso artículo sobre esta comarca, se completa el cuadro
con el de las costumbres que allí se observan. “Habitado el país, dice, por una
raza degenerada é indolente, ni aún se conocen los oficios mas necesarios á la
vida; su ocupación se reduce á pedir
limosna por las provincias inmediatas, lo mismo los hombres que las mujeres y
niños; algunos venden el producto de sus huertos en el partido de Ciudad-Rodrigo,
y muchas mujeres se dedican á criar niños espósitos de las cunas de esta ciudad
y la de Plasencia, en lo que cifran su principal fortuna, y es tanto su anhelo
por recibir el precio de la lactancia, que hay mujeres que mantienen cuatro y
cinco criaturas ayudada de una cabra, alimentadas todas con la miseria
consiguiente, en medio de la desnudez y arrojadas sobre las camas de helechos,
sin cariño y sin cuidado maternal; de suerte que mas parecen espectros vivos,
que perecen luego de hambre y frio, llegando muy pocos á una juventud siempre
débil y enfermiza.
»En sus casas no hay muebles de ninguna clase; para cama
se destina el grueso tronco de un árbol ahuecado y relleno de helechos, en
donde duerme la familia entera, sin distinción de edades ni sexos; estos
troncos se llaman batanes, porque en ellos se deshace la poca uva y aceituna
del país: para alumbrarse por las noches no hay mas que lumbre del hogar. Sus
alimentos son tan escasos como nocivos; en general su alimento ordinario es la
patata cocida compuesta con sebo de cabra, la cual comen sin mas preparativos;
y después alguna judía, pero siempre con esta grasa, y por último, hojas
frutales cocidas, raíces y tronchas de yerbas silvestres, castañas, bellotas y
alguna berza: apenas se conoce el pan, y el que usan es de centeno ó de los
mendrugos que recogen pordioseando: solo cuando están próximos á la muerte se
les da pan de trigo.
»Los vestidos solo consisten en un calzon que les cubre
de la cadera á la rodilla, una camisa sin cuello, sujeta delante con un botón,
y un costal al hombro, sin mas calzado ni abrigo; las mujeres, menos aseadas
que los hombres y mas desidiosas, visten harapos, que jamás cosen ni remiendan;
lo regular en ellas es no mudarse la prenda que una vez visten; solo se las quitan
á pedazos cuando se caen de viejas y súcias; jamás se peinan ó lavan; andan
descalzas como los hombres, sin cuidarse de cubrir las partes que aconseja
hacerlo el pudor natural; rara vez se compran vestido nuevo, y solo se visten
de los deshechos que les venden los habitantes de los pueblos comarcanos á
cámbio de lino y castañas; esto en cuanto á las mas acomodadas, pero lo general
del país viste de las pellicas de cabras que matan ó se mueren, haciendo de sus
pieles un vestido que introducen ó cuelgan del gañon ó pescuezo, y les cubre
toda la delantera hasta los piés, ciñéndole á la cintura, muslo y pantorrillas
con correas, esto en cuanto á los hombres, y las mujeres se hacen un delantal ó
mandil que atan a la cintura.
»Hombres y mujeres son de baja estatura y de un aspecto
asqueroso y repugnante, aumentando con la palidez y miseria que asoma á sus
rostros; en cámbio son ágiles, trepan por las montañas con la mayor ligereza, y
no hay distinción en uno ú otro sexo en cuanto á las ocupaciones necesarias para
ganar su subsistencia. Todas estas circunstancias hacen que sean adustos y
selváticos, retirándose de los demás hombres, huyendo de ellos en los caminos,
ó guardando silencio á cuanto se les pregunta: son entre ellos mismos
soberbios, tanto como humildes con los demás; han aprendido á llorar su miseria
sin procurar remediarla; guardan poca fé en sus palabras, así es que lo que no
tenga efecto ó sea terminado en el acto, es inseguro y de difícil cumplimiento:
son propensos á la embriaguez cuando salen de sus barrancos á otras
poblaciones; no tienen médicos ni cirujanos; ellos usan su botánica especial y
se forman las medicinas, alcanzando sin embargo larga vida; determinan sus
estaciones por el estado de la vegetación y de los efectos de la atmósfera; guían
sus operaciones agrícolas por las fases de la luna, la cual conocen
perfectamente, deduciendo de sus cuadrantes la ocasión y término de sus males y
los temporales sucesivos.
»La religión es desconocida; el abandono de sus
costumbres casi salvajes, la abyección é
indolencia que produce su miseria, la escasez de párrocos y la falta absoluta
de maestros de primera educación, les hace inmorales en alto grado; viven
usando de una licencia brutal, conducidos solo por su ignorante alvedrío
haciendo en sus inmoderadas pasiones alarde del lujurioso desenfreno en que se
hallan, y cometiendo los crímenes mas atroces, sin esclusion del parricidio ni
la poligamia. ¡Cuántos son los que solo entran en la iglesia dos veces en toda
su vida, al bautizarse y al contraer matrimonio! Hay alquería en la que jamás
ha entrado un sacerdote, viviendo sus moradores sin el conocimiento de sus
deberes del cristianismo…
»Solo un hombre ha habido que se ocupe de este
desgraciado país: este fue el Sr. D. Antonio Porras, obispo de la diócesis, que
construyó las iglesias y las casas para los párrocos con algunas comodidades,
echó puentes sobre ríos, é introdujo, por fin, algunas nociones sociales; desde
entonces solo se ha contado con los hurdanos para exigirles contribuciones y
para deprimir su bien degradada naturaleza.»
La población oficial de estos cinco concejos es, según la
matricula catastral de 1842: 740 vecinos, 4.053 almas. Capital productivo,
2.659,500 reales; imponible, 133,995; contribuciones, 18,117 reales 11
maravedís.
De lo que aquí se relata, se puede hacer uno una idea de cómo sería la
vida en esta comarca, si comparan ustedes la descripción que se hace de las
Hurdes, con las imágenes que les adjunto del viaje de Alfonso XIII a las Hurdes.
Si ya en estas imágenes se puede apreciar la miseria que padecían estas gentes
en dicho viaje, extrapolen esto atrás en el tiempo, que es lo que describe el
relato anterior, y por lo referido en el relato háganse la idea. Pánico me da
el pensar de cómo sería la vida de estas personas en dicha época.
Y después de este retazo de historia, pasemos a ver las imágenes
tomadas durante el transcurso de esta ruta del turrón.
Llegada a Ovejuela.
Plaza
de Ovejuela.
Helada
en el campo.
Peleándose
con la barrita.
Charla
amena en los grupos.
Camino
del Chorrituelo.
Curiosa
portera.
¿Quién
ha perdido unas gafas?
Otra
del Grupo.
Otra más
El
Chorrituelo de Ovejuela.
Otra de
él.
Caminando
entre helechos.
Panorámica.
¿Quieres
comerte mi plátano?
Anda que es pequeñito.
No te
creas que me apetece mucho.
Bueno
un plátano es un plátano.
El
amigo Nacho.
Jorge resacoso.
José y
Antonio, dos viejos montañeros.
La
escolta del Grupo.
Entre
castaños y pinos.
Otra
más.
Panorámica.
Vendita
juventud.
La
comarca de la Sierra de Gata
y en el fondo Robledillo de Gata.
El
pasado y el futuro.
Entrando
en Robledillo.
Otra
más de la misma.
Y otra.
Reponiendo
fuerzas en una tasca típica del pueblo.
Cepos.
El
Cristo del Humilladero.
La hora del turrón.
Y del
cava.
Más
cava.
Y más.
Foto del Grupo.
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